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Para un buen día

Pintura: Placer Pluma y lápices de colores 19.0 x 21.0 centímetros.
Pintura: Placer Pluma y lápices de colores 19.0 x 21.0 centímetros.

Pintura: Placer Pluma y lápices de colores 19.0 x 21.0 centímetros.

Una oficina de redacción carente del aroma de café no es buen reducto para el acuerdo y discusión. En realidad, ninguna oficina, taller, fábrica, laboratorio, restaurante, changarro… ningún establecimiento humano atrapa al hombre si por ahí no queda un rizo con aroma de café. Una taza con este licor a todos nos hace buenos.

En la contraportada del cuadernillo “Café y Salud”, editado por la Asociación Mexicana de la Cadena Productiva del Café en su Boletín de Referencia Científica número 3, aparece este curioso texto: “Nuestro Café es el café que yo siembro, tú cultivas, ella y él procesan, nosotros comercializamos, ustedes consumen y que a todos nos hace siempre mejores…”, con lo que remite a un parrafito aparecido en la página 21 del apartado “Cofee and cloud forest” de Fulvio Eccardi en un interesante estudio englobado con el título de “Biodiversity and Responsible Consumption” (2008), en él, el señor Eccardi asienta que hay más de 20 millones de personas en el mundo que dependen directa o indirectamente del café.

Al cuaderno “Café y Salud” lo constituyen seis resúmenes de estudios científicos en torno a los beneficios en el organismo en cada toma del brebaje. Estos estudios (desafortunadamente en lengua inglesa que por su redacción científica limitan el arrebato personal para una traducción libre) cierran con un pequeño enlistado de “verdades poco conocidas”: así, destruyen el mito de que la cafeína afecta la absorción o excreción del calcio; desacreditan la infundada relación de esta bebida con el cáncer, con las enfermedades cardiovasculares, las agruras, el insomnio y el embarazo; no crea dependencia; establecen la posibilidad de reducción en males hepáticos y la cirrosis, protege ante la diabetes tipo 2, reduce o retarda el mal de Parkinson y, por que “El café tiene 4 veces más antioxidantes que otros productos naturales.” contrarresta los efectos del envejecimiento; afirmaciones cercanas a las vertidas durante el Seminario cubierto por la compañera Yolanda Gutiérrez López y publicado en Mi Ambiente el 17 de junio de este 2012 y quede por verdad empírica el beneficioso trajín renal.

El café siempre cae bien hasta en presentación de caramelos, de chicles, en las paletas de crema, en helado, mezclado con chocolate… hay unos pasteles con café que ¡caramba!

Dícese que Honoré de Balzac solicitaba una gran jarra con esta bebida antes de iniciar su día de labores, lo cual determina que un mucho de la calidad y riqueza de “La comedia humana” (“La comédie humaine”) deriva de la tranquilidad y lucidez propiciada por el café. “El café acaricia la boca y la garganta y pone todas las fuerzas en movimiento: las ideas se precipitan como batallones en un gran ejército de batalla, el combate empieza, los recuerdos se despliegan como un estandarte. La caballería ligera se lanza a una soberbia galopada, la artillería de la lógica avanza con sus razonamientos y sus encadenamientos impecables. Las frases ingeniosas parten como balas certeras”… Honoré de Balzac.

“Los presos avivan el paseo o se rehogan en humo de tabaco y se descrisman en partidas de naipes, atestando la salita común. Para antes y después de la cena hemos reinventado el café más dominguero.” “Mi rebelión en Barcelona” de Manuel Acuña.

Un enlistado de famosos bebedores de café resultaría farragoso, queden por muestra, Napoleón Bonaparte, Otto von Bismarck, Immanuel Kant, Françoise Marie Arouet (Voltaire), Francisco de Goya y Lucientes, Simón Bolívar, Miguel Hidalgo y Costilla, Ludwig van Beethoven, los menos famosos pero no por ello parcos en el fervor por el café, los amigos y compañeros en la Redacción de este periódico ante lo cual resultaría casi blasfemo omitir a la Schweigt Stille, Plaudert Nicht (Kafeekantate) BWV-211 compuesta en 10 movimientos para 3 voces y orquesta reducida de Johann Sebastian Bach (1685-1750).

En realidad, todo esto deriva del placer al disfrutar una (o varias) taza(s) con un buen café, la plática y la grata compañía en toda buena oficina de redacción y con ello depender de la sapiencia de los “sacrificados” baristas inmersos en el complejo universo del café a quienes mucho agradecemos su dedicación los tres mil millones de bebedores de ese brebaje en el mundo.

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