Opinión

Israel… Netanyahu

Jerusalén es el punto de partida, o de encuentro, o de desencuentro, de las tres más importantes religiones monoteístas. El judaísmo, el cristianismo, el islam, tienen en Abraham un origen común. Hoy, la ciudad sagrada, en tanto su asentamiento se localiza en territorio israelí, es motivo de disputas religiosas, sí, pero políticas también, que impactan en el mundo. Los diferendos entre los tres credos y, más que nada, entre grupos inmersos en cada uno de ellos provocan un belicismo que pone en peligro la paz en la región.

Esa condición puede afectar zonas más distantes. Sobre todo, cuando el terrorismo es procedimiento con potencial para llegar a cualquier parte. En cualquier hora. Díganlo si no atentados como el de las Torres Gemelas de Nueva York; el de la estación ferroviaria de Atocha, en España; en el Metro, de Londres. Ayer apenas en Túnez, donde un grupo de mexicanos pudo dar testimonio de lo ocurrido.

Eventos, esos y otros, perpetrados por fundamentalistas de los símbolos que se quiera. De hoy y de ayer, si extendemos la apreciación a las cruzadas medievales. Fueron acompañadas por afanes destructivos de algunos de los caudillos religiosos de aquellos tiempos, el legendario Ricardo Corazón de León, uno de ellos.

¿Fenómenos distantes? Depende de la perspectiva. En la evolución de la humanidad mil años no son muchos. Considérese: el homo habilis vivió en África hace aproximadamente 1.9 millones de años. Para no perdernos en la oscuridad, o la luz, de las épocas, ubiquémonos en el homo sapiens, vivió 200,000 años atrás. Más acá, quedémonos en los sumerios, 6,500 años antes de Cristo. Por ello, dije: mil años no parecen demasiados.

Marcas genéticas de aquellos tiempos subsisten en las generaciones sucesivas, hasta nuestros días. El odio de descendientes de Ismael, hijos de Agar, contra quienes nacieron de Isaac, formado en el vientre de Sara, parece inacabable. Hasta dónde llegan las consecuencias de la infertilidad, por edad avanzada, de la esposa de Abraham.

Esta una visión muy somera cuyo propósito es motivar una atenta reflexión sobre las elecciones parlamentarias en Israel. Triunfó el partido Likud, de Benjamín Netanyahu, obtuvo 30 de los 120 escaños; la Unión Sionista, del laborista Isaac Herzog, alcanzó 24; una lista conjunta árabe-judía logró 14. El resto se distribuyó entre 7 fuerzas de representatividad menor.

Por qué seguir acontecimientos del Medio Oriente. Porque de una manera o de otra se manifiestan en cualquier lugar: Estados Unidos, España, Londres, Túnez. Afectan a personas de esos países y de otros. Ya vimos, de México entre ellos.

La inestabilidad del Medio Oriente es un riesgo para la paz mundial. Netanyahu, que es protagonista, en su visita al Congreso norteamericano cuestionó la política de Barack Obama hacia Irán, cuyo propósito es lograr acuerdos conducentes a una paz tan duradera como posible sea. Con esto quiere decir que su deseo es reducir a quien considera, en este momento, el mayor de sus enemigos. Por otra parte, el primer ministro israelí advirtió que si conseguía el triunfo “no habría estado palestino”. Exhibe una disposición beligerante que nada contribuye a la creación de un ambiente que permita enfrentar a uno de los mayores problemas geopolíticos de hoy, el terrorismo.

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