Opinión

Arrepentimiento o remordimiento

En un sentido bíblico, el arrepentimiento es una tristeza santa efectuada en el corazón por el Espíritu Santo, por la cual se vuelve del pecado y acepta a Cristo como su Salvador. En este sentido, el arrepentimiento consta de tres elementos:
Primero: Intelectual. Aquí la persona comprende, por la predicación de la Palabra, que no está en buenas relaciones con Dios y se reconoce como pecador. Segundo: Emocional. Consiste en un dolor sincero de haber ofendido a Dios. Este dolor es resultado de la obra del Espíritu Santo en nuestras almas. La tristeza que no es según Dios conduce a la depresión, a la desesperación e incluso al suicidio. Tercero: Voluntario o práctico. Implica volver por completo la espalda al pecado y caminar en la dirección de Dios produciendo frutos dignos de arrepentimiento.

De acuerdo con estos tres elementos, es evidente que el arrepentimiento genuino en un sentido bíblico viene de Dios y conduce a la persona a la salvación que es en Cristo Jesús (2Co.7:9-10). Es decir, el Santo Espíritu produce en nuestro corazón convicción de pecado, nos sentimos culpables ante Dios, buscamos su perdón, tenemos un cambio de actitud y manifestamos frutos dignos de arrepentimiento (Jn.16:8-11). Un ejemplo claro de ello es el arrepentimiento mostrado por el rey David, cuando después que se llegó a Betsabé, vino a él Nataán el profeta. David exclamó: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos…Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí…Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza…” (Sal.51).

A diferencia del verdadero arrepentimiento, el remordimiento es un pesar interno producido en el alma por una mala acción, pero que no lleva a la búsqueda del perdón de Dios ni a la determinación de no volver a ejercitar ese mal. Este es el caso de Judas Iscariote, cuyo remordimiento le llevó a la tristeza, a la desesperación y al suicidio; pero nunca se volvió a su Maestro para implorar su perdón. Es el caso de miles y millones de personas que sienten pesar en sus corazones por su mal obrar pero reinciden una y otra vez en su mal proceder, no cambian de actitud y jamás muestran frutos de arrepentimiento.

Así que el arrepentimiento que es según Dios no es una simple convicción de pecado, tampoco es lo que muchos llaman penitencia, no es mera reformación de conducta, no es simple tristeza por el pecado, no es remordimiento por un mal proceder; sino un acto de conexión con la fe en el Señor Jesucristo y en su Palabra producido por el Espíritu Santo, que nos lleva a aceptar a Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador.

Desde el inicio de su ministerio, el Señor Jesús predicó, diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt.4:17). Tiempo después, expresó: “…si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lc.13:3).
Querido amigo: Dice el apóstol Pedro que el Señor Jesús es “…paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2P.3:9). Te invito para que al igual que el rey David, ahora mismo te vuelvas a Dios e implores su perdón, su gracia, su misericordia y su salvación. ¡Hazlo ahora!
Noé Díaz Alfaro es Pastor en la Iglesia Cristiana Interdenominacional.
Libertad 27 esquina Reforma, Colonia Portales, C.P 03660. Tel.5532-4835

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