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Presentan libro sobre la adicción a las drogas en el Tercer Reich

Se dio a conocer que el libro High Hitler, de editorial Crítica, analiza el uso de las sustancias como la metanfetamina y su enorme papel y consumo entre los más altos dirigentes del nacionalsocialismo antes y durante la Segunda Guerra Mundial.

Sobre el Estado nazi se había escrito todo o, al menos eso es lo que se pensaba; sin embargo, no es sino hasta hoy cuando se aborda de manera ampliamente documentada el insospechado consumo de llamada “droga del horror” o crystal meth que explica muchas de las decisiones que se tomaron durante el III Reich.

Este libro es escrito por Norman Ohler, quien sostiene que Adolfo Hitler era un adicto a la metanfetamina y a otros opiáceos fuertes, y que el régimen del terror que lideró actuó de manera hipócrita, ya que, aunque oficialmente prohibía el consumo de drogas, su uso fue una de las claves exitosas que permitió su encumbramiento.

Ohler se topó con los diarios del doctor Theodor Morell, el médico de cabecera de Hitler, y en ellos encontró el punto de partida de una investigación de años en los Archivos Federales de Alemania para descifrar cómo se reflejó en el Paciente A, la identificación que ocultaba al Führer, y en sus decisiones el consumo habitual del pervitin, la forma más pura de la hoy proscrita metanfetamina, y la cocaína.

Narra como un médico que destacaba por ser de los primeros en el uso intravenoso de vitaminas y de diversas drogas, de aquella epoca aprobados de uso social, paso a ser el médico de cabecera de Hitler, así como todo aquello que rodea a empresas y paises que se beneficiaban del comercio legal de drogas, hoy penadas en casi todo el planeta.

“Su medicamento habitual para mitigar los dolores aparecidos en la zona nasal, laríngea y auditiva a consecuencia de las lesiones en los tímpanos era, precisamente, aquel ‘veneno de la degeneración judía’ que los nazis censuraban: la cocaína”, revela Ohler. “La elección de esta sustancia es menos caprichosa de lo que parece”. Y al consumo habital de esa sustancia se sumaron otras que, al escasear muy cerca de la debacle nazi, permitió conocer hasta qué punto la dependencia a las drogas había hecho mella en el poderoso Führer.

“El final de la última batalla estaba cerca y Hitler había dejado definitivamente de estar drogado, había perdido su éxtasis de Führer”, dice. “Seriamente perjudicado y con enormes esfuerzos, serpenteaba por los pasillos enterrados en las catacumbas del búnker, con el torso inclinado hacia delante, arrastando los pies, ladeándose a la derecha y apoyándose en la pared para ir de la zona de vivienda a la sala de reuniones. Ya no tenía fuerzas para mostrarse tal y como le gustaria que lo vieran”.

Norman Ohler, es un alemán que estudió periodismo en la Universidad de Hamburgo y cursó estudios de ciencias culturales y filosofía. Ha sido corresponsal en Ramallah, Palestina, y ha escrito guiones cinematográficos. High Hitler es su primera obra de no ficción, resultado de una investigación de cinco años en archivos alemanes y estadounidenses. Otros libros publicados: Las novelas Die Quotenmaschine (1998), Mitte (2001) y Ponte City (2003).

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