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Héroes al cuño

Decía Juana de Asbaje -la vilipendiada Sor Juana Inés de la Cruz- en sus “Redondillas” (la III para concretar adecuadamente): “Parecer quiere el denuedo / de vuestro parecer loco / al niño que pone el coco / y luego le tiene miedo.” A este personaje de la creación barroca, a esta mujer de su época, al ensalzarla la atiborramos con aberraciones a fin de justificar pasiones y distorsiones personales en el presente, aseveraciones que no por provenir de mentes encumbradas dejan de ser infundios y que en el remoto caso de veracidad, poco demeritan su hacer. A Sor Juana la ubicamos en el basamento moderno de la notoriedad: el escándalo, y junto a ella, a su sombra, colocamos a quienes por su grandeza ungimos con las inclinaciones humanas que denominamos “bajezas” para así y con ello, igualarlos en nuestras miserias sin percibir el don derivado de la disciplina y el trabajo constante ni entender que su importancia es a pesar de sus yerros, no con base en ellos.

Hoy que designamos fama a la imagen bruñida con el griterío y damos valor al hacer diario de los endiosados, cuando ya no hay diferencia entre el raciocinio y el disparate, cuando vale más la torcedura y el hecho mezquino, cuando tener es el resultado del poco oficio y penamos en una sociedad huérfana de ciencia para enaltecer el rostro maquillado y la palabra vana por sobre una mente luminosa poseedora del verbo certero sobre un rostro burdo. Con afán de apropiamiento bautizamos a las calles y avenidas, a los jardines y arroyos con los nombres de seres alguna vez vivientes, personajes de estudio profundo y hechos consumados en favor de una colectividad misérrima en saber, pregonamos nuestra semejanza con ellos a quienes y con el precario hacer cotidiano minimizamos su ejemplo y dedicación, porque no nos mueven su pena ni su constancia y, acostumbrados a la fanfarria gratuita, les arrumbamos en algún minúsculo monumento que limpiaremos cada aniversario de su (nacimiento o) muerte a fin de satisfacer el terrible complejo de nuestra poquedad.

Ensayo III. Tinta y acrílica sobre cartulina. 28.0 x 21.5 centímetros.

Bien nos sirven los héroes modernos para igualarnos con la grandeza, porque al ser hueros y falibles, fútiles, sin ciencia, la igualdad nos une en el chisme, el chistorete, en el escándalo y en la vaciedad.

Que a nadie se le ocurra tender sus anhelos en pos de los científicos, de los pensadores, de los sacrificados técnicos sumidos en el anonimato si no amparan su mediocridad con brinquitos, estallidos de gozo y aparición a todo color y algarabía en las pantallas del televisor o, ya de menos, en las revistas en donde vomiten su llano lenguaje y alejamiento de lo trascendental: simplemente ser.

Y esta sociedad aún genera algunos desequilibrados propensos al conocimiento sin voz engolada, creadores sin discursos rimbombantes y “enajenados” y surgirán dos o tres científicos prontos a quedar ?en el mejor de los éxitos? desechados entre las paralelas de una calle o avenida de nuestros pueblos y ciudades.

(Aunque también es posible que este ignaro en tales elucubraciones exija con exceso a una fama que por su naturaleza y finalidad reside en lo nimio.)

Acerca de Víctor Manuel López Wario

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