Sustentabilidad

Puerto Peñasco y El Pinacate, ni deshabitados ni aburridos

N de la R.- A partir de esta edición, tenemos el gusto de informar a nuestros lectores que incluiremos reportajes especiales que, amablemente, la Secretaría de Marina-Armada de México nos prepara, en exclusiva para Mi Ambiente. En este primero, dividido en tres partes, nos da a conocer la inmensa riqueza de vida que existe en el Desierto Sonorense, en especial, en la región de El Pinacate, elegido por la NASA como lugar de entrenamiento para sus astronautas y declarado Reserva de la Biosfera por la Unesco.

Secretaría de Marina-Armada de México
(1 de 3 partes)


Un viajero posa en la cima del cráter El Elegante.

Dos lugares mundialmente famosos por sus orografías similares a la superficie lunar son el Valle de la Luna, en el chileno desierto de Atacama, y la Reserva de la Biósfera El Pinacate, ubicada en el Gran Desierto de Altar en Sonora. Este exuberante desierto mexicano destaca por ser uno de los más diversos de Norteamérica y, junto con los desiertos de Chihuahua y Mojave, conforma la tríada representativa de las zonas más calientes del hemisferio norte.

Con una extensión de 3,944 kilómetros cuadrados, que supera la mitad del estado de Sonora –y una temperatura a la sombra de 46.5 grados Celsius–, el desierto de Altar se extiende hacia Arizona, en California, e Islas del Mar de Cortés. De acuerdo con la opinión de geólogos reconocidos, esta región se ubica entre las más áridas, inhóspitas y menos exploradas del Planeta. En contraste con estas características, infinidad de viajeros –no obstante- refieren en sus crónicas maravillas de este paisaje desértico-volcánico.

De Puerto Peñasco, viajando en dirección norte, cerros arenosos se levantan brillando en tonalidades doradas al amanecer, y rojizas al caer la tarde. Dunas de hasta cien metros de altura, simulando texturas aterciopeladas, se mezclan con oscuras formaciones de lava. Se trata de unos 400 conos de ceniza y enormes cráteres de volcanes extintos –originados en el Pleistoceno-, que desde hace muchos años atraen a investigadores de todo el mundo. Debido a sus trabajos, hoy se sabe que diez de los 18 cráteres gigantes que allí existen se formaron a partir de una gran explosión de vapor comparada a la potencia de una bomba atómica ocurrida en el subsuelo terrestre hace unos cinco millones de años. Esta área volcánica se encuentra rodeada por uno de los campos de dunas más grandes de Norteamérica, de ahí el término “gran desierto”.

El Pinacate, el sitio habitado más antiguo del Continente Americano.

El Pinacate –área protegida de 714,557 hectáreas– se puede describir de diversas maneras, menos como un lugar aburrido o deshabitado. El origen de su nombre se remite al vocablo náhuatl Pinacatl, utilizado para designar a un abundante escarabajo endémico de color negro.

Ubicada al este del Golfo de California, en la parte más oriental del Desierto de Altar y debajo de la zona fronteriza con Arizona, esta reserva abarca parte de los municipios de San Luis Río Colorado, Plutarco Elías Calles y Puerto Peñasco, antiguo poblado pesquero convertido hoy en lugar favorito de turistas de Arizona, quienes han bautizado a este puerto con el nombre de Rocky Point.

En el ejido Los Norteños, a la altura del kilómetro 52 de la carretera Sonoyta-Puerto Peñasco, se localizan tres impresionantes cráteres: “El Tecolote”, “El Cerro Colorado” y “El Elegante”. Con 1,600 metros de diámetro y 250 metros de profundidad, este último es el más visitado debido a que los vehículos pueden llegar casi hasta su borde.

En esta región se encuentran los cactus más grandes del mundo, de hasta 20 metros de altura y raíces de 30 metros. Una característica espectacular de estas plantas, por ejemplo, un saguaro de 1,000 kilos de peso, es que llegan a pesar 10,000 kilos después de absorber y almacenar 9,000 litros de agua de lluvia. Viven en promedio 200 años, pero su crecimiento es tan lento que se necesitaría un siglo para alcanzar 10 metros de altura.

Este desierto subtropical, relativamente joven (8-9,000 años), en realidad no está desierto, posee una vastísima biodiversidad. En un recorrido por esta zona de espectacular belleza geológica, declarada por la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) «Reserva de la Biosfera» en 1993, es posible encontrar correcaminos, palomas, halcones, serpientes, liebres, coyotes, venados, tortugas del desierto, ratas canguro, uno que otro borrego cimarrón y el berrendo sonorense (toro con manchas en varias tonalidades de café), conviviendo en los bosques de cholla (cactus), en calidad de especies protegidas. s), en calidad de especies.

Aquí se encuentran prácticamente todas las especies de invertebrados: 41 especies de mamíferos nativos más 5 especies introducidas, 237 especies de aves migratorias y residentes –el águila dorada, el tecolotillo y el halcón de cola roja, entre ellas-, 45 especies de reptiles y cuatro de anfibios.

En el Gran Desierto de Altar no ocurre lo que en el de Atacama, en cuyo sector central –llamado Valle de la Luna– se han registrado periodos de hasta 300 años sin lluvia. Aunque el desierto sonorense es un lugar de escasa lluvia (con altas temperaturas en verano y poca agua superficial), bastan unas cuantas gotas para que sus dunas se conviertan en un gigantesco tapete florido de colores púrpura, rojo, naranja, amarillo y blanco. En este desierto se concentra 18 por ciento de toda la flora del estado de Sonora. Sólo en El Pinacate se tienen registradas casi 600 especies vegetales.

Antes de volverse desierto, en El Pinacate había árboles de piñón y juniperos (árboles de coníferas) que almacenaban agua suficiente para la subsistencia de los primeros grupos humanos que poblaron el norte de América (San Dieguitos, Clovis, Hohokam, Pinacateños, Tohono O´odham, y Hia Ced O´odham, en orden cronológico), pobladores que hace 20,000 años, quizá 40,000, -según datos antropológicos atravesaban el desierto en su camino al Mar de Cortés.

La supervivencia de estos grupos fue posible debido a su adaptación a los ciclos naturales del desierto y al aprovechamiento del fruto del saguaro, de plantas medicinales, de yucas y pastos para fabricar su indumentaria, de los escasos cuerpos de agua dulce y del agua de lluvia almacenada en las tinajas rocosas. Los diversos vestigios arqueológicos hallados consisten en puntas de flecha, restos de cerámica, pinturas y petroglifos con formas de animales que pueden ser apreciadas desde las alturas; existen todavía antiguos caminos construidos por los Hohokam y los Pinacateños. La datación de estos objetos ubican a El Pinacate entre los sitios habitados más antiguos del Continente Americano.

1 Comentario

  1. sara

    k mal todo