Sustentabilidad

Investigadores mexicanos estudian el sargazo como fuente de energía térmica

Sometido a un proceso de secado, el sargazo puede convertirse en una importante fuente de energía térmica o en soporte de composteo para el tratamiento de suelos contaminados, entre otros usos, sostuvo el doctor Raymundo López Callejas, investigador del Departamento de Energía de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en la Ciudad de México (CDMX).

Casi un millón de toneladas de esta macroalga llega al año al Golfo de México proveniente del Mar de los Sargazos en el Océano Atlántico, fenómeno que en los últimos 15 años ha afectado tanto el ambiente como la actividad económica de la región.

“El problema es que debido a la contaminación de los océanos se salió de su hábitat y se ha esparcido por todo el Caribe, por lo que el que llega a México empieza a desprenderse en la temporada previa al verano; si bien es benéfico para el ambiente marino, en la playa trae daños, sobre todo en la actividad turística, tal como ocurre en las playas de Cancún, Quintana Roo”.

La desmedida cantidad de algas marinas acumuladas ha generado interés por los posibles usos y se han realizado propuestas para aprovecharlas como fuente de aminoácidos, vitaminas, proteínas y otros polisacáridos, como mejoradores de suelo, por su contenido de nutrientes, su viable transformación en biocombustibles o como alimento para el ganado.

Frente a la problemática, profesores del área de Termofluidos de la Unidad Azcapotzalco de la UAM pensaron en un proyecto de investigación”, que en su versión amplia se titula Tratamiento térmico y alternativas de empleo sustentable del sargazo acumulado en las playas del Caribe mexicano, cuya titular es la doctora Mabel Vaca Mier.

El doctor López Callejas está a cargo de la parte del tratamiento térmico, mientras que la doctora Vaca Mier coordina el tema de los usos potenciales del sargazo, principalmente en el tratamiento de suelos contaminados, pues “se ha probado que sí funciona y la idea es que nosotros empecemos a analizar este tipo de posibilidades”.

El grupo de investigación trabaja específicamente en el análisis de la cinética del secado del sargazo en un secador solar del tipo indirecto, propósito para el cual “se emplearon cuatro modelos: Newton, Page, Henderson y Pabis, y Midilli”, siendo éste último el que mejor simuló el proceso de secado, expuso.

La muestra empleada fue traída al laboratorio directamente de las playas de Cancún, Quintana Roo, en estado congelado para su conservación y análisis. Para lograr su secado con este método se requirió un total de diez horas, en dos periodos no consecutivos, obteniéndose, en función del tiempo, los valores de radiación solar, temperaturas y variación de masa.

“Desafortunadamente, debido a la pandemia, a lo único que se pudo llegar fue a la obtención del sargazo y no hemos iniciado el trabajo respecto del tratamiento de suelos contaminados” ni otro proyecto que consistiría en tratar de usarlo como abono para mejorar la cosecha de ciertos sembradíos.

“Lo que hicimos fue secarlo con energía solar y con horno de microondas que son las dos técnicas que usamos” y la idea sería determinar cuál es su potencial energético en su estado seco, es decir, qué cantidad de energía se puede obtener al quemarlo.

Para llevar a cabo el proceso se usó un secador de tipo indirecto que cuenta con una superficie captadora de energía solar que permite la entrada del aire, el cual se calienta y empieza a subir; el sargazo se coloca en una cámara especial (es indirecto porque no está en contacto con el sol) y el aire caliente, debido a diferentes densidades provocadas por la temperatura, pasa por donde se encuentra la macroalga y el aire empieza a arrastrar la humedad, explicó.

“Logramos secarlo en dos días en hasta un diez por ciento de su humedad inicial y lo hicimos en dos periodos de cinco horas cada día para obtener el sargazo seco” y lo que ahora se necesita es decidir para qué se usa.

Lo importante de la obtención de este material es evaluar su potencial energético: es decir, determinar qué cantidad de energía puede obtenerse al quemarlo. “En eso estamos ahora y hasta que regresemos a las actividades presenciales en la universidad, podremos tener resultados mucho más confiables que los obtenidos hasta este momento”.

Hasta ahora se cuenta con una cantidad razonable y ahora lo que sigue es realizar una evaluación real, utilizando un calorímetro para obtener la capacidad térmica específica, aunque por el momento resulta difícil dadas las complicaciones para traerlo congelado a la urbe, ya que se busca mantenerlo en sus condiciones naturales.

 

Acerca de Juan Carlos Machorro

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