Sustentabilidad

Financieras e industria limpia

 

Simbolismo, llevado a la realidad.

Guachochi, Chih.- BAILANDO EN LA ETERNIDAD. Durante la Semana Santa, los rarámuris, la etnia más emblemática de la sierra estatal, sale, como cada año, a festejar su unión con las divinidades ancestrales, mezcladas con las ceremonias cristianas. Hacen sonar sus flautas y tambores, elaborados con piel y madera (kampora) para danzar, desde el amanecer hasta el anochecer, tomando el tehuino (bebida fermentada de maíz), acompañados por el violín en la pascola, alrededor de fogatas. Esta etnia, cuando fue evangelizada por los jesuitas, adoptó parte del cristianismo, pero lo mezcló con sus costumbres y durante los Días Santos realizan su particular vía crucis, consistente en una procesión de hombres que lucen sus cuerpos adornados con pintura y ropaje tradicional de calzoneras, elaboradas de manta o pantalones blancos, aunque los más modernos usan mezclilla. Estos rituales tienen más de 500 años de celebrarse en Norogachi y Tonachi, poblados del municipio de Guachochi, cuya festividad se realiza alrededor de la iglesia local y recorriendo el poblado, al estilo tradicional del vía crucis. Se colocan 12 estaciones, como las usadas en el rito católico, adornadas con ramas de pino enterradas en el piso y unidas en sus puntas para formar un arco que sirve de paso a los danzantes. Sus movimientos son, como dicen ellos mismos, a “brinquitos” y en rotación, al compás de quienes les acompañan. Les llaman nolirúame o nolirúache, danzas que sirven celebrar sus fiestas y para curar enfermos o pedir que llueva. El baile se compone siempre en base al número tres, pues consideran a este número el sostén del ciclo de la vida. Los danzantes se dividen en dos grupos, los fariseos y los tobosos, que se distinguen por su vestimenta que para unos es blanca y para otros, negra. Existe un tercer grupo que viste a la usanza occidental, como muestra de la mezcla cultural con la civilización mestiza. Los dos primeros grupos, el Jueves y Viernes Santo se pasean tocando el tambor por las calles y, en caso de encontrarse, realizan, de forma simbólica, una pelea que, a veces, es con mecates en forma de cinturón, dándose de chicotazos unos contra otros, para disputarse la figura de Judas, que es quemada en la plaza de la iglesia el Sábado de Gloria. Posteriormente, celebran tomando tehuino, bebida que, según las mujeres de esta etnia, tiene diferentes grados de fermentación y, en sus primer día, puede ser probada hasta por infantes, pero pasados los 5 días de fermentado, beber 4 vasos normales, deja totalmente ebrio al más sobrio. El festejo rarámuri de Semana Santa comienza el 2 de febrero, Día de la Candelaria, cuando se reúnen los tarahumaras para organizar la fiesta que concluye el Domingo de Resurrección, fechas que también sirven para el fin del invierno e inicio de la preparación de cultivo del maíz. En San José Baquiachi, Carichí, a diferencia de los demás poblados tarahumaras, se permite la participación de mujeres indígenas y de “chabochis”, es decir, hombres mestizos en este ritual. Cuando los capitanes designados para supervisar las tres fases del ritual consideran que se ha cumplido, permiten a la comunidad entrar a la iglesia local y sacar a la Virgen del Rosario para la procesión, consistente en dar 3 vueltas al pueblo, luego concluye la festividad, sólo queda pendiente la quema de Judas para el Domingo de Resurrección. Este colorido es complementado por un cielo azul y el sol inclemente, mientras cientos de hombres, mujeres y niños admiran a los danzantes incasables; estas festividades atraen a turistas extranjeros, en especial, aunque no falta los nacionales y, desde luego, los propios chihuahuenses. Rosario Rodríguez, rarámuri de Tonachi, un hombre mayor de 40 años, de piel morena, bajo de estatura, quien este año personificó al líder de los fariseos en esta población, comentó a Mi Ambiente que esta tradición se lleva a cabo desde hace varios años entre los tarahumaras. Comenta que en ella participan desde niños de 6 años hasta adultos mayores, pero no se les permite a las mujeres. “Ellas pueden participar pero, afirma, no les interesa, sólo se conforman con ver y no realizar los días de baile, excepto el Sábado de Gloria y la quema del Judas, pues ahí bailamos todos”, y sonríe, junto a sus compañeros que le rodean. “Mis padres me enseñaron esta tradición y debo de seguirla para que no se olviden nuestras raíces; ya estoy enseñándosela a mis hijos“, comenta, sin dejar de mostrarse feliz, mientras escucha el ruido de los tambores que tocan sus compañeros.

Fusión cultural, indígena y cristiana.

 

2 Comments

  1. hola me gustaria zaver pork cundo unoz se meten a una cozaaaa ustedes ponen otra xffa

  2. gisel compaired

    hola
    me gustaria saver de que manera podria participar o laborar con ustedes, ya que tengo mucho interes en el rescate de nuestras tradiciones, por parte de mis estudios e participado en algunas pequeñas investigaciones y se sobre kinesioliogia y notacion laban.