Opinión

Tras las sandalias del Pescador

Los cristianos han logrado renovar la fe en el mundo para enfrentar los problemas que se viven.

El cristianismo es una religión monoteísta que tiene a Cristo como el eje de toda su actividad diaria. Es el conglomerado de creyentes más grande al sumar 2 mil 135 millones 783 mil adeptos en todo el mundo, es decir, casi la tercera parte de los 6 mil 500 millones que habitan, actualmente, el Planeta.

Una de estas manifestaciones religiosas la constituye el cristianismo actual, llamado inicialmente protestantismo, en referencia directa a los grupos que se separaron de la Iglesia Católica como resultado de la Reforma Protestante del Siglo XVI, encabezada por Martín Lutero.

En una revisión de la historia, el Vaticano terminó con esa denominación que parecía discriminatoria y los denominó cristianos, durante el papado de Juan Pablo II.

Las doctrinas de las diversas ramas cristianismo varían, pero son prácticamente unánimes en la inclusión de la justificación por la gracia a través de la fe y no de las obras, el sacerdocio universal, que implica una relación personal directa del individuo con Dios sin ninguna institución de por medio y la Biblia, como autoridad última en asuntos de fe.

Antes de Lutero hubo otros precursores que mostraron su desacuerdo con la Iglesia Católica, cuestionando alguna de sus doctrinas, como John Wycliffe, en Inglaterra, en el siglo XIV, y Juan Hus, en Bohemia, a comienzos del siglo XV.

La creación de la imprenta favoreció la rápida expansión de las ideas de Lutero y otros reformadores. En el siglo XVI, sus seguidores establecieron las Iglesias evangélicas de Alemania y Escandinavia. Iglesias reformadas fueron establecidas en Suiza por Juan Calvino y otros más radicales como Ulrico Zuinglio.

El término protestante se origina en la protesta de los 5 príncipes electores y 14 ciudades imperiales alemanas contra la decisión de la Dieta de Espira en 1529, que reafirmaba el edicto de la Dieta de Worms de 1521, en el que se proscribía creer y enseñar las doctrinas luteranas en aquellas localidades del Sacro Imperio Romano Germánico donde aún no eran conocidas, pero que entregaba completa libertad al clero para rebatirlas y perseguirlas en aquellas localidades del imperio germánico donde ya se habían implantado.

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