Opinión

Septiembre, mes de la patria

A gran velocidad hemos llegado a Septiembre, el mes en que las efemérides, sitúan las grandes gestas libertarias.

Nuevamente en este mes veremos que el nacionalismo no ha muerto, vive. En algunos lugares vive de manera prepotente. El nacionalismo en sí no es malo, los nacionalistas en cambio han proyectado sobre el cielo de la humanidad calamidades sociales y económicas.

La Iglesia Cristiana evangélica no puede ni debe hacer bandera de un grupo contra otro, porque la misión de la Iglesia es unir y no dividir; no debe levantar obstáculos ni originar impedimentos al desarrollo y al progreso de la patria.

La misión de la Iglesia es buscar la hermandad de los hombres, sin diferencias ni clases sociales.

Esta perspectiva la otorga su fundador, Cristo Jesús quien desde el sermón del Monte, que aparece en los capítulos 5 al 7 de San Mateo de línea que más allá de las naciones de esta tierra está el Reino de Dios.

En este sentido, el Evangelio de Cristo, creemos que es la única fuerza capaz de unir por la buena voluntad a todos los pueblos de la tierra y ese es nuestro ideal.

El nacionalismo tuvo su razón de ser, fue algo inevitable dentro del proceso de la evolución social de la humanidad. A pesar de sus errores, baste el ejemplo del Nacional-Socialismo, o del mexicanismo sobre todo septembrino que no es del todo inocuo. El nacionalismo ayudó a la humanidad a florecer porque preparó el camino hacia un grado más elevado de civilización que algunos nacionalistas en nuestra patria no quieren reconocer.

No debe por ningún motivo confundirse el nacionalismo con el amor a la patria.

El amor a la patria es un sentimiento noble de solidaridad con los que nos son más cercanos, ese sentimiento nos ayuda a conservar los ideales de nuestros antepasados y nos estimula en la acción diaria.

El Cristianismo evangélico no está en contra del sentimiento de amor a la patria, los cristianos son los más patriotas entre los patriotas, el cristianismo es un movimiento del corazón, que tiene sus raíces en la paternidad universal de Dios.

Este principio fundamental nos conecta ineludiblemente a otro igualmente importante la fraternidad universal de los hombres.

La Iglesia es una entidad espiritual formada por todos aquellos que han aceptado a Cristo como su Señor y Salvador. En la Iglesia nadie es más cristiano que otro, por el hecho de haber nacido en alguna otra parte del mundo o pertenecer a alguna familia de renombre. Esto es así porque el Salmo 24 dice que del Señor es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en el habitan.

Nuestra patria es bella, humana y generosa, por tanto la amaremos no sólo en este mes, sino siempre oraremos para que la justicia engrandezca a nuestra nación. Felicidades. ¡Viva México!

*Pastor General de la Iglesia Cristiana Interdenominacional, A.R. ser@iciar.org

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