Opinión

Lo cotidiano con clase

Con el propósito de brindar una mirada crítica a los últimos años del régimen porfirista, ya que la esperanza se fincó en un futuro próspero y mejor para los mexicanos y que sin embargo, los hechos vinieron a agudizar la dependencia frente al exterior, el sábado 28 de noviembre se inauguró la exposición 1909: un tren directo a la Revolución.
La muestra, instalada en el edificio principal del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos, localizado en la Calle 11 Norte 1005, Centro Histórico de Puebla, permanecerá abierta al público hasta mayo de 2010, tiempo suficiente para que los interesados profundicen en el devenir revolucionario de México.
Preparada por el Centro Nacional para la Preservación del Patrimonio Ferrocarrilero para celebrar el Centenario de la Revolución Mexicana, la exposición da cuenta de cómo, al finalizar la dictadura porfirista, se agudizó la concentración de tierras, el sojuzgamiento interno, la acumulación de la riqueza en unos cuantos y el empobrecimiento de la mayoría, así como la exaltación de lo ajeno y el menoscabo de lo propio.
Los visitantes conocerán que hasta 1875, en México se habían construido 750 kilómetros de vías y para 1910, hacia el final del gobierno de Díaz, la red ferroviaria superaba los 20 mil. El país contaba con un kilómetro de ferrocarril por cada 100 kilómetros cuadrados y 13 kilómetros de vía por cada 10 mil habitantes.
Desafortunadamente, este crecimiento en lugar de traer beneficios equitativos al territorio nacional, lo hizo parcialmente sobre Aguascalientes, Ciudad de México, Guadalajara, Toluca, Chihuahua, Saltillo, Durango, Mérida, Veracruz y Torreón, ya que los ferrocarriles mexicanos fueron construidos y explotados en gran medida por empresas extranjeras que operaban las líneas del Ferrocarril Central Mexicano y la Ferrocarril Nacional de México.
Cuando se pensaba que todo marcharía por el camino de la superación económica y social del pueblo mexicano, a la par del crecimiento de las vías ferroviarias, aumentaron también los problemas agrarios, incluido el valor de la tierra e intensificándose su despojo a los pueblos indígenas que mantenían su forma de organización propia.
A su paso, el ferrocarril incentivó la expropiación de la tierra a favor de personas o empresas, incorporando a los campesinos despojados como mano de obra en la misma construcción de vías y se propició la migración
—como actualmente sucede con cerca de 500 mil compatriotas—hacia regiones con mayor desarrollo económico que ofrecían mejores posibilidades de trabajo y de pago.
El ferrocarril contribuyó a la modernización y fortalecimiento de la infraestructura nacional, permitió construir puertos, pero también sirvió como arma política y de represión a cualquier sublevación como el caso de Río Blanco y, quien lo diría, se transformaría, también, en los caminos de la Revolución: Revolución que sigue sin hacerle justicia a los mexicanos.

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