Opinión

Legislativa ambiental

Soy víctima del “sospechosismo”. Sospecho que el América pasará sobre el San Luis, fácilmente, a cuartos de final, en el medio torneo de futbol, de clausura. Pasará, porque los dueños prefieren colocar a su marca líder en el mercado, en la cima de la competencia. ¿Competencia?

Muy discutible esto de la competencia. Desde el invento genial, diría Pedro Aspe Armella, de los medios torneos el negocio se privilegió frente a los valores propios del deporte. De allí las desastrosas consecuencias en justas internacionales, del futbol comercial mexicano. Futbol comercial, aclaro. El deporte amateur es otra cosa.

América es más caro. Vende más: boletos para los partidos, objetos utilitarios, banderines, escudos, entrevistas, publicaciones. No es lo mismo llevar al América a cualquier estadio de México o de Estados Unidos, que al San Luis. A Estados Unidos, no a Europa. Allende el océano, ni uno ni otro interesan.

Comentó CNNExpansión.com en mayo pasado: “Grupo Televisa, el mayor productor de contenidos en español para televisión del mundo, tendrá nuevamente tres equipos de su propiedad en la máxima división: América, San Luis y Necaxa.

(Si bien) “Los reglamentos de la FIFA prohíben que un mismo dueño tenga más de un equipo en cualquiera de sus ligas afiliadas alrededor del mundo. La Federación sabe de la situación de estos tres equipos, pero ha dicho que para investigarlo, deben ser los clubes en México quienes hagan un reclamo oficial, situación que no ha ocurrido, según reportó mediotiempo.com en noviembre pasado.”

La FIFA, una mafia al pendiente de los intereses de los dueños del dinero. Una mafia que, según el diccionario de la Real Academia Española, en su tercera acepción, es: “Grupo organizado que trata de defender sus intereses”. De ninguna manera la uso como expresión peyorativa, igual que Andrés Manuel López Obrador al referirse en términos similares a sus detractores, oficiales y oficiosos. Dígase si no: cuando un jugador profesional de un equipo afiliado a la Federación Internacional de Futbol Asociación, de conformidad con las leyes de su país presenta una denuncia laboral, queda excluido de inmediato del futbol organizado. Se convierte en sujeto de “excomunio ipsofacto incurrenda”, esto es: queda excluido en el momento mismo de cometer semejante osadía.

Por supuesto, los corifeos de la televisora dirán que San Luis debió haber propinado una goleada estruendosa a su hermano mayor. Que éste se salvó por intervenciones afortunadas de Ochoa y por los postes. Manuel Lapuente aparece en conferencia de prensa “molesto” cuando se le pregunta por qué se replegó y explica las circunstancias del partido.

Sin embargo, esto parece repetición de una situación similar entre América y Necaxa. Los ex electricistas habían ganado un partido de ida, con suficiente margen, y en el de vuelta los gloriosos aguiluchos remontaron el marcador. No podía ser de otra manera. Insisto, vende más la imagen del equipo azulcrema que la de los rayados o la de los gladiadores.

Esta actitud de Lapuente me recuerda la única vez que fui al Frontón México. A un encuentro de jai alai. En los años 70. Fui con amigos afectos a las apuestas. Colocaron su dinero a favor de uno de los pelotaris. Cuando éste estaba a punto de ganar, con un resultado que pagaría bien a sus seguidores, extrañamente la pelota resbaló de la cesta en el momento de lanzarla. Perdió el encuentro. El jugador hizo cualquier cantidad de aspavientos. Arrojó la cesta a la pared. La pateó. Tiraba puñetazos y puntapiés al aire. Pero el mal estaba hecho. Mis amigos perdieron una buena cantidad de dinero, muchos otros espectadores también. Por mi parte, nunca más fui al Frontón.

Acerca de Ulises Villalba

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