Opinión

Legislativa ambiental

El huracán Karl, en Veracruz
(Tercera de tres partes)

El mal tiempo buena cara”. No es consejo que se siga cabalmente ante desastres naturales o socioorganizativos. Ya hemos comentado, entre los primeros están los hidrometeorológicos y los telúricos. Tabasco, Veracruz, Tamaulipas, Chiapas, Oaxaca, Nuevo León, Coahuila, Puebla, padecen las consecuencias de fenómenos meteorológicos, huracanes; hídricos, las inundaciones. Comunidades de Chiapas y de Oaxaca, de Colombia, sufrieron el desgajamiento de cerros, eventos telúricos.

Habría que ver cuáles de esos fenómenos tienen componentes humanos en sus orígenes. Cuáles de ellos podrían entrar en la clasificación de desastres socioorganizativos. Si no en su totalidad, en parte.

El calentamiento global, tan imperceptible para algunos y ocultable para otros, entre éstos quienes construyen fortunas inacabables, y miserables, los mercaderes del petróleo, del carbón, del gas, es uno de los componentes de los eventos en cuestión. El calentamiento global, tema de la próxima reunión cumbre en Cancún, se hace manifiesto cada vez con mayor frecuencia e intensidad en la formación de tormentas tropicales que, en ocasiones, se convierten en huracanes.

El efecto invernadero, debido, principalmente, al consumo de combustibles fósiles, carbón, petróleo, gas, y la generación de gas metano por mal manejo de residuos orgánicos municipales y pecuarios, es una de las causas de ese calentamiento.

Si eso ha sido suficientemente demostrado por investigaciones de expertos, resulta evidente que se le debe controlar. La comunidad internacional, en su totalidad, debe convenirlo. Los países desarrollados tendrán que asumir las responsabilidades derivadas de sus modos de producción. En ellos el consumo de energía es imparable. Igualmente deben acudir en apoyo del mundo empobrecido (en mucho por ellos) o en desarrollo, con un trato equitativo en relaciones de producción y comercialización, en ciencia y tecnología, en formas de consumo, y en sus manejos políticos.

Las naciones ricas, detentadoras de los beneficios del uso y consumo de los recursos naturales no renovables, que son bienes de la humanidad, tendrán que cobrar conciencia de que el mundo del cambio permanente de modos y de modas ya no es viable a la vista del desastre total. A los interesados en el consumismo y lo que conlleva les sugeriría la lectura de Los artífices del derroche, del sociólogo norteamericano Vance Packard.

Bien, desastres naturales y socio organizativos; eventos hidrometeorológicos y telúricos. Protección civil. Calentamiento global, efecto invernadero. Disposición de desechos orgánicos e inorgánicos. Consumismo. Energía. Combustibles fósiles, carbón, gas, petróleo. Mercaderes de unos y otros. Constructores de fortunas tan inacabables como miserables. Las convenciones internacionales sobre protección ambiental. El Protocolo de Kioto, la próxima cumbre de Cancún. Son eventos, conceptos, acciones, compromisos, aptitudes, actitudes, a las cuales tendremos que habituarnos los seres humanos del siglo XXI. Sobre todo los líderes, los gobiernos, la sociedad organizada.

No debe ocurrir más, que estos eventos irrumpan en nuestras vidas y las desquicien. Aquello de que nada sucede hasta que sucede ya es conseja popular. Todos estamos expuestos a estar en el momento y en el lugar en el cual ahora sí sucede. Ahora sí sucedió.

Y si sabemos que estos fenómenos pueden ocurrir, debemos prepararnos para afrontarlos de la mejor manera. Los gobiernos, la sociedad civil, las instituciones de unos y de otra, deben diseñar planes y programas, desarrollar actividades y acciones de capacitación para saber qué hacer, cómo y cuándo. En paralelo, las autoridades y la sociedad civil deben fomentar formas de conocimiento y comportamiento ante desastres.

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