Opinión

Legislativa ambiental

Aún no es posible saber con precisión el número de víctimas, fatales y no, del terremoto en Haití. Pudieran ser más de las de México en 1985. Como sea, se les cuenta por miles. Aventurar una cifra sería eso, una aventura.
La tragedia golpeó al país más pobre del continente americano. Haití, país caribeño, fue colonia francesa. Independiente desde el año de 1804. Comparte la isla La Española con la República Dominicana. Tiene una superficie de 27.750 Km. Para efectos de comparación tengamos en cuenta que Tabasco tiene una extensión de 24,578 kilómetros cuadrados. La capital de Haití es Puerto Príncipe, la ciudad más afectada por el fenómeno telúrico. Su renta per cápita es la más baja del hemisferio occidental. Está en la posición 150 de 177 países en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. Su lengua oficial es el francés. Su población está concentrada en las zonas urbanas, planicies costeras y valles y sólo el 52.9% de ella está alfabetizada.
Tiene 8,706,497 habitantes (datos del 2007). El 95 % es de ascendencia africana. El resto está compuesto por blancos y mestizos.
Un 70% de la población vive en la pobreza. Depende predominantemente de la agricultura, principalmente de subsistencia a pequeña escala, actividad que emplea cerca de las dos terceras partes de la población económicamente activa. (Datos de Wikipedia).
Acaso la cantidad de muertos sea mayor que la de México en 1985, lo cual sería atribuible, en buena parte, a su condición de pobreza. La calidad de su infraestructura, de sus construcciones, de sus servicios y de sus formas de vida en general corresponden a ello. En este contexto el colapso de su casa de gobierno es emblemático.
La gran cantidad víctimas conlleva circunstancias referidas a formas, normas y procedimientos de gobierno. Formas de gobiernos que no alcanzan a prever, ni mucho menos de prevenir este tipo de acontecimientos. Es tal su variedad que resulta tarea mayor cumplir con cuanto implican los programas de prevención.
De allí que lo que se haga, cuanto se haga, en el cumplimiento de las responsabilidades de gobierno debe hacerse a tiempo, con honestidad y bien.
En este aspecto cabe señalar que Haití, es uno de los países con mayor índice de corrupción de Latinoamérica. Según un estudio de la organización Transparencia Internacional, alcanza una puntuación de 1.8 sobre 10. Compárese con el 3.7 de México y el 6.7 de Chile y Uruguay. Pobreza y corrupción que tienen su explicación en su condición de pueblo originado en la esclavitud y en el sometimiento a los intereses geopolíticos del «imperio». Recordemos la ebucación estratégica de la isla, frente a la Cuba revolucionaria, y a los 31 años de dictadura de los Duvalier.
De ninguna manera se trata de ensañarse con la catástrofe del país hermano en muchos sentidos. No, simplemente se propone para el análisis éste que es uno de los componentes de tragedias como la que hoy padece. Como en su momento sucedió con la ciudad de México en 1985 cuando salieron a la luz problemas de todo tipo en la calidad de construcción de edificios y su uso.
No le fue distinto a Nueva Orleáns con el huracán Katrina en el 2005. Entonces se responsabilizó a autoridades locales y federales por falta de previsión y prevención, las cuales son parte de ineficiencias gubernamentales y recuérdese que ineficiencia gubernamental es corrupción por naturaleza. Todo esto nos lleva a una puntualización: la revisión de las cuentas públicas y la evaluación de desempeño, atribución en nuestro país de la Cámara de Diputados, deben realizarse a cabalidad para resistir de la mejor manera desastres como el que hoy ha golpeado tan severamente a Haití.

Acerca de Ulises Villalba

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