Opinión

La Torre de Babel

Vicente Fox

El Presidente Felipe Calderón ha decidido que el eje de sus acciones para la parte final de su administración tendrá que ser el tema electoral. Y para que nadie tenga duda al respecto, bastarían sus discursos para recordar los diez años de gobiernos panistas y los primeros cuatro de su gestión, en lo que aparece con claridad, lo que se busca. El Ejecutivo Federal se ha lanzado en una carrera de confrontación abierta con sus rivales políticos, fundamentalmente priístas. Y no ha tenido empacho alguno al momento de lanzar acusaciones y calificativos. Y si bien no ha llamado por su nombre a los militantes del PRI, no queda espacio posible para una interpretación diferente. Pero por el momento, el problema no es lo que se ha dicho desde el poder, sino el que sea el propio Presidente de la República quien lo dice.

Y para que el panorama se complemente y se entienda mejor la seriedad de lo sucedido, bastaría con tomar en cuenta las declaraciones del secretario de Gobernación para clarificar el punto. El gobierno alega que en un país democrático no se puede callar al Primer Mandatario. Y como ya sucedió en el pasado reciente, se habla de la libertad de expresión. Pero ¿si el presidente se lanza a una espiral de golpeteo político en contra de un partido de oposición, busca la división de los ciudadanos y la confrontación abierta, lo que utiliza es sólo la libertad de expresión?

El licenciado Calderón busca, se acepte o no, un beneficio político electoral para su partido. Intenta polarizar a la sociedad y culpar a los priístas de todos los males nacionales. Y claro que tiene derecho a pensar de la manera en que mejor le parezca. Pero ¿tiene derecho a buscar la división en el país desde el poder mismo? Hace muy poco, la autoridad electoral estableció que el Presidente había violado la Constitución en tiempos electorales al utilizar los recursos a su alcance para participar en procesos en los que los ciudadanos elegirías autoridades de diferentes niveles. Y como no se presentó sanción alguna, Calderón hace otro tanto en evidente preparativo para las elecciones que en el Estado de México están a punto de realizarse.

El problema no lo que se dice, que por supuesto, puede o no debatirse. El problema es que el hombre que tiene como encargo mantener la unidad nacional, sea el promotor de confrontaciones y tensiones que a nada bueno conducen. Y lo peor es que desde el poder mismo, se intente defender esta actitud con el argumento de la libertad de expresión… Pero el Presidente Calderón no ha perdido el tiempo. Al tiempo que se dedica a tratar de golpear a los priístas, lanzó un ataque en contra de Vicente Fox y su gobierno, con el señalamiento de que no se hizo lo que se debía y que lo que se intentó se puso en marcha demasiado tarde. Como es de suponerse, el señor Fox ya respondió. Y mostró su enojo. Pero de nueva cuenta, lo importante no es lo que se dice, sino quien lo dice. El Presidente de la República no puede establecer que no se hicieron las cosas de manera adecuada en la pasada administración, cuando como resultado de ello el país habría tenido que iniciar la guerra contra el narcotráfico.

Y menos aún, cuando aquellos que se encontraban en los puestos decisión en lo que a combate al narcotráfico se refiere, en la pasad administración, son los mismos que ahora encabezan la guerra contra las drogas. El gobierno no puede hacer lo que le plazca. Tiene que hacer lo que la ley le ordena. Y si no lo hace, tiene que enfrentar responsabilidades. ¿Si Fox hizo mal las cosas, no hay nada que sancionar? Calderón está decidido a la lucha. Contra todos. Y no importa lo que pueda suceder como resultado de ello… En tanto, los priístas se declaran listos para colocar a Humberto Moreira al frente de su partido en sustitución de Beatriz Paredes. Y este movimiento anuncia el fin de la intrascendencia del paredismo para dar paso a una postura partidista mucho más clara. El PRI se prepara a ser realmente, un partido de oposición. Y ello es algo que en Los Pinos no resulta agradable. Especialmente cuando la pasividad de la señora Paredes le resultó tan cómoda en los pasados cuatro años… La recomposición de fuerzas en el PRD no resulta sencilla. Las tribus quieren un nuevo líder. Y lo quieren con presencia, credibilidad y presencia. Pero al mismo tiempo, lo desean dócil y obediente. Y como no hay mucho con esas características, la elección del sucesor del colaboracionista Jesús Ortega no será algo fácil de llevar al cabo.

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