Opinión

La obra que cambia al mundo

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16
“Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros” Romanos 5:8

Hace unos días recordé el testimonio impactante de una mujer que estuvo interna en la cárcel de Santa Martha Acatitla, Delegación Iztapalapa, Distrito Federal.
Su nombre: María Esther. Ocupó un puesto muy importante en la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal. Tuvo a su cargo varios agentes de la policía judicial. Poseyó todo cuanto quiso. Ningún placer escapó a sus manos. Sin embargo, influencia, poder, dinero, alcohol, droga, fama, bienes y placer fueron la causa de su ruina. Perdió su puesto, su salario, sus propiedades y su familia. Cuando tocó fondo, fue involucrada en delitos contra la salud. La aprehendieron y la llevaron a la cárcel.
Allí estuvo ocho meses. Ya no era la mujer que lucía esplendorosa, soberbia y arrogante. No era la funcionaria que con su palabra hacía temblar a todos. Ahora estaba sola, triste, abandonada y enferma. No tenía un peso y todo mendigaba. Nadie la visitaba. Su familia la desechó. Aquella mujer llena de vida y salud se convirtió en un esqueleto humano.

En su nueva y desdichada realidad, alguien le habló del amor de Dios y le presentó el mensaje de salvación. Le hizo saber que a pesar de todo lo que ella era y había hecho, Dios le amaba y se interesaba en su vida. Que el Señor Jesucristo había muerto en la cruz del calvario para perdonar sus pecados y darle completa libertad. Y que tan sólo en un acto de fe ella podía alcanzar perdón de pecados, salvación y vida eterna. María Esther escuchó, recibió y creyó el mensaje de salvación. Y desde aquel instante Dios la transformó. La sangre preciosa que Cristo derramó en la cruz del calvario limpió su corazón y ella renació a una vida nueva por la obra gloriosa del Espíritu Santo. María Esther aceptó al Señor Jesucristo como su único y suficiente Salvador y desde ese día recibió la potestad de ser hecha hija de Dios.

A los ocho meses de haber ingresado a la cárcel la absolvieron y justo el día de su cumpleaños salió libre pues no encontraron delito alguno que perseguir. Ya fuera del reclusorio María Esther se preguntó, ¿a dónde ir? Su familia la desconoció y le dio la espalda pues nunca la visitó en la cárcel. Sus amigos y compañeros de placer se olvidaron de ella. Sin embargo, Dios nunca la olvidó y ya tenía la respuesta. Una hermana en Cristo de nombre Teresa, quien le había presentado el mensaje del evangelio en el interior del reclusorio, abrió las puertas de su casa para que ahí viviera por un tiempo. Le proveyó alimento y vestido pues no tenía a nadie a quién recurrir. María Esther empezó a asistir al templo de la Iglesia Cristiana Interdenominacional ubicado en la esquina de Libertad y Reforma en la colonia Portales. Allí los miembros de la iglesia le tendieron la diestra de compañerismo proveyéndole lo necesario y dándole palabras que fortalecían su alma.

De ese entonces al día de hoy, María Esther ha consagrado su vida al Señor y le sirve fielmente en el ministerio carcelario. Son varios los centros de reclusión de varones y mujeres que ella visita para entregar el mensaje de salvación, de amor, de esperanza y de vida y para llevar a los internos e internas alimento y artículos de aseo personal que la iglesia les provee. Su pasión por las almas es encomiable. Dedica su tiempo, sus recursos y su vida a Aquél que le sacó del lodo cenagoso y afirmó sus pies sobre la roca.

Debo decir a ustedes, estimados lectores, que al poco tiempo de alcanzar su libertad retomó sus estudios y hace aproximadamente cinco años María Esther terminó su licenciatura en derecho con mención honorífica en la Facultad de Estudios Superiores Aragón de la Universidad Nacional Autónoma de México. Y hace dos años concluyó su maestría en el Instituto Nacional de Ciencia Penales alcanzando el promedio más alto de su generación, 9.8. Actualmente María Esther ejerce su profesión de abogada litigando asuntos diversos; pero con la mano firme en el arado sirve a su gran libertador: ¡Cristo Jesús!

Querido amigo: la muerte de nuestro Señor Jesucristo en la cruz del calvario es la obra que cambia al mundo. Miles y millones de personas han sido transformadas por esta obra gloriosa. María Esther es una de esas vidas que fue tocada y levantada por la mano poderosa del Señor Jesús. Yo no sé cuál sea la condición en la que te encuentres. Sólo quiero decirte que Cristo es la respuesta a tu vida. Él se interesa en ti y quiere salvarte. Lo que hizo con María Esther, conmigo y con miles de cristianos, lo puedo hacer también contigo. Abre hoy tu corazón y recibe a Jesucristo como tu Señor y Salvador. ¡Cristo cambiará tu vida! ¡Hazlo ahora! ¡Hazlo ya!

Noé Díaz Alfaro es Pastor en la
Iglesia Cristiana Interdenominacional, A.R. ser@iciar.org

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