Opinión

La madre de todas las elecciones

Felipe Calderón

Felipe Calderón

Como parte estelar de la descomposición  política que se vive en el país, el  discurso del Presidente Felipe Calderón en la Universidad de Stanford, hace apenas unos días, permite adivinar el riesgo que se avecina conforme el proceso electoral del año próximo se convierta en la “madre de todas las elecciones”. El primer mandatario se lanzó con todo en contra del pasado y no necesitaba mencionar al PRI o a los priístas por su nombre, para que todo mundo entendiera el significado de sus palabras. Habló de masacres, desapariciones e impunidad.

Y después, pidió que se entendiera el contexto en el que había hablado. Pero en cualquier contexto ¿ese es el discurso para una graduación universitaria en Estados Unidos? ¿a partir de qué momento Felipe Calderón puede hablar sin que sus palabras sean las del Presidente de la República? Puede hablar de impunidad ¿cuándo en el país hay 40 mil muertes que no han sido debidamente aclaradas y no existen juicios para lograrlo? Hablar de masacres significa, necesariamente, la participación de autoridades de diferente nivel y por supuesto, la de grupos especiales, incluso del Ejército. Así, ¿habla del mismo Ejército al que le ordenó salir a las calles a combatir al narcotráfico y al que ahora se acusa de violaciones de todo tipo y que ha recibido serios cuestionamientos en materia de derechos humanos? Habló de desapariciones. Y ello nos lleva al punto anterior.

Además, ¿si Felipe Calderón tiene las pruebas en la mano, no tendría que presentar denuncias y aún en el supuesto de que los acusados hubieran dejado de existir y los delitos hubieran prescrito, tendría que poner nombre y apellido a quienes fueron responsables? La verdad es que, diga lo que diga el gobierno, este es un discurso de corte estrictamente electoral y mucho más allá de lo que se acostumbre señalar en los discursos, lo que se requiere son pruebas. Felipe Calderón ha cruzado, una vez más, el rubicón electoral. Ha puesto en claro que con miras al proceso en el que se elegirá Presidente de la República el año entrante, él y su gobierno harán todo lo que consideren necesario para llevar a su candidato a la victoria.

Así, lo sucedido en la Universidad de Stanford no causa sorpresa. Se tenía la certeza de la guerra. Lo que resulta novedoso es que el Presidente Calderón que en cada ocasión que puede demandar que se “hable bien de México”, sea el mismo que en un país extranjero ponga en claro que el Ejército que le acompaña en su guerra contra el narcotráfico, sea el mismo que en el pasado, tomó parte en “desapariciones, masacres y represiones”… Y mientras tanto, el asunto de Jorge Hank Rhon se complica y pone de manifiesto que la judicialización de la política es ya una realidad. Un juez deja ver que la famosa flagrancia en la detención del empresario no existió.

Y pone en duda el tema de las armas. Deja en libertad a Hank Rhon, sólo para que se le finquen nuevas responsabilidades, ahora en el tema de un asesinato. En primer lugar, el problema es para el Ejército, otra vez, que queda en un papel bastante pobre. Y después, si había pruebas sobre el asesinato, ¿no tendría que haber sido primero este el tema y después todo lo demás? Si las armas encontradas son las del crimen, ¿cómo creer que pertenecen al empresario, especialmente después de que en el primer golpe no se pudo acreditar la acusación? Las instancias de seguridad, al servicio de los objetivos políticos podría ser una receta atractiva en tiempos cortos, pero a la larga podría tener efectos contrarios… Y quien no deja de provocar pena política es el Secretario de Hacienda, Ernesto Cordero. Su discurso solicitando que “me quieran” es como para provocar alarma en todas las estructuras del PAN.

Alguien entre los muchos asesores, que seguramente no cobra poco, tendría que explicarle que el objetivo de un funcionario con aspiraciones política debe ser que la ciudadanía lo respete y le tenga confianza. Lo demás es simplemente demagogia de la más barata… Marcelo Ebrard se encuentra desesperado por encontrar alguien con quien debatir sobre el futuro del país. Pero esta actitud también se ubica en el terreno de la demagogia. El señor Ebrard tendría que exigir a Andrés Manuel López Obrador el primer debate en su aspiración político electoral. Después de todo, AMLO es quien le disputa la candidatura de eso que llaman izquierda mexicana. En tanto ese debate no sea la prioridad de Ebrard, todo lo demás es parte del juego de evadir responsabilidades.

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