Opinión

Instituciones

Hubo quien proclamó hace algunos años: “Al diablo con las instituciones”. Aunque esa persona estudió la carrera de Ciencias Políticas y Administración Pública en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, me pregunto ¿Sabrá él lo que son instituciones?

Toda nación, todo país (no es lo mismo una y otro, la nación puede no tener territorio, el país no existe sin éste), tiene una estructura de instituciones que se constituyeron, se transforman, en ocasiones desaparecen para dar paso a otras. En México el Instituto Federal Electoral cambió a Instituto Nacional Electoral. Propuesta hay para transformar el poder legislativo federal: reducción de diputados de representación proporcional, convendrá la eliminación los de esta calidad en el Senado para dar congruencia a esa representación en el pacto federal.

El pueblo israelita no tenía territorio, pero poseía una nacionalidad. La tienen los kurdos aunque estén dispersos entre Siria, Turquía, Irak. La República Árabe Saharaui Democrática, nación, víctima de la perversidad de gobiernos españoles herederos del espíritu franquista, sigue en la lucha por su reconocimiento pleno. La fragmentación balcánica obedeció a la presencia de nacionalidades diferenciadas entre sí a las que había unido el mariscal Tito en las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Acaso Escocia, el País Vasco, Cataluña, Quebec, logren algún día constituirse en los países que sus pueblos, o parte de ellos, reclaman.

País, nación, tienen entre los factores que las integran instituciones que les proveen de identidad y cohesión necesarias para andar por los rumbos de una modernidad en la que ahora la globalización es una realidad que no podemos soslayar. Globalización, globalidad que nos tiene inmersos en luchas feroces y perversas que tienen como propósito hacerse de los valores de cada pueblo, recursos renovables y no renovables entre ellos.

Esos bienes, patrimonio de los pueblos, en nuestro caso del pueblo mexicano de ahora y de mañana, tienen que ser protegidos, defendidos, de las ambiciones de quienes hoy tienen el poder financiero, el poder de la ciencia y la tecnología, de la información y las comunicaciones, el poder de las armas, utilizados de manera abierta o soterrada.

Son poderes ejercidos por gobiernos o por los capitanes de los factores reales de poder, poder fáctico le llaman ahora, con capacidad para construir o modelar sistemas políticos y económicos a modo, que garanticen a sus beneficiarios formas privilegiadas de vivir.

Lo vivimos hace algunas décadas con la entronización de los militares en países de nuestra América, el colmo (por si hubiera sólo uno) con el asesinato del presidente Salvador Allende, en Chile, en el que participaron generales, Augusto Pinochet el primero, y fuerzas del exterior, norteamericanas, encabezadas por la gubernamental Agencia Central de Inteligencia y la International Telephone and Telegraph, ITT, en el marco de un anticomunismo esgrimido más que nada para defender intereses del poder económico.

Cuando en México hay quien se proclama en contra de las instituciones, deben tenerse presente acontecimientos similares en otros lugares del mundo y en otros tiempos para asumir que la desestabilización consecuente va en contra de mayorías que aspiran a lo opuesto, a un fortalecimiento de esas instituciones para avanzar con paso cierto a condiciones que permitan acabar con la pobreza de 60 millones de mexicanos.

Acerca de Hector Villar Barranca

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