Opinión

FCH, jefe de partido

Felipe Calderón

El gobierno ha puesto en marcha una larga  lista de acciones tendientes a “explicar”  los dichos del Presidente Felipe Calderón al The New York Times en relación a los posibles acuerdos de un eventual gobierno priísta con el narcotráfico. Y se pueden aceptar buena parte de las posiciones presentadas por el equipo de Los Pinos. Pero, sea cual sea la explicación y mucho más allá de lo que se tiene en apariencia, la realidad señala que desde el poder, el presidente de la República inició las hostilidades con el PRI con miras a las elecciones federales. Es imposible pensar que el Primer Mandatario dijo algo como lo presentado por el diario estadounidense debido a un “desliz” No cabe pensar que el titular del Ejecutivo no sabía lo que hacía o que ignoraba el efecto de sus palabras. Felipe Calderón dijo lo que quería decir, con todas las consecuencias que ello pudiera implicar. Así las cosas, la reacción de los priístas no es lo más importante. Ni siquiera la queja presentada ante las autoridades electorales y el recordatorio de que en las elecciones del pasado 2009 a Felipe Calderón la citada autoridad electoral lo encontró responsable de violaciones a la Constitución en materia electoral. La parte que a todos tendría que preocupar, sin importar partidos o ideologías, es el hecho cierto y contundente de que, con sus declaraciones a la prensa estadounidense, Felipe Calderón convirtió a nuestros vecinos al norte, en parte de las elecciones presidenciales del año próximo.

Es más, se reconozca o no, a partir de ese momento y sumado a la declaración del senador texano en torno a una plática con el presidente mexicano en la que Calderón le confío que temía que si Enrique Peña ganaba las elecciones “dormiría” con el narcotráfico, tenemos todos los ingredientes para que la política estadounidense vea las elecciones en México como algo que impacte su “seguridad nacional”. Con todo lo que ello implica. Calderón confirmó el temor de que dejaría el papel de presidente para convertirse, otra vez, en el jefe de la campaña político electoral del PAN. Confirmó la idea de que se utilizaría el aparato de justicia como instrumento de golpeo electoral a los contrarios. Y ratificó los rumores de que de cualquier manera, se involucrará en el proceso electoral, sin importar todo lo que pueda suceder en el terreno de la legitimidad o la legalidad. Felipe Calderón arribó al poder con el país sumido en una crisis política enorme. La división provocada por la campaña sucia en contra del “peligro para México” nunca fue debidamente solucionada. Ahora, el temor es que Felipe Calderón entregue el poder no con un país dividido y en crisis, sino con una República sumida en la violencia y totalmente pulverizada políticamente…

Por cierto, y para que se vea que las cosas no caminan de manera adecuada, hace unos días, el propio Presidente Calderón habló de la limpia el Instituto Nacional de Migración. Habló de la corrupción que se había apoderado de ese organismo y de que en los últimos meses fueron cesados algo más de 200 funcionarios y trabajadores, algunos de los cuales han sido consignados. El problema de este discurso es que, como parte de los problemas del INM tendría que estar ubicada Cecilia Romero, quien fuera su titular cuando por ejemplo, el problema de los indocumentados muertos en San Fernando, Tamaulipas. Pero a la señora Romero no sólo no se le encontraron responsabilidades, sino que su labor fue premiada con un alto cargo dentro del CEN del PAN. Ello, se quiera o no, no ayuda a que el discurso presidencial tenga el impacto debido. Dígase lo que se diga… El delegado de Cuajimalpa, de filiación panista, quiere ser el candidato de su partido al gobierno del DF en las elecciones del año próximo.

Y sin importar si tiene o no alguna oportunidad, simplemente habrá que recordar, para ubicarlo adecuadamente, que a las semanas de haber tomado posesión de su cargo, lanzó una fuerte andanada contra su antecesor, del PRD, por la desmedida explosión inmobiliaria. Y se habló de corrupción en los permisos para construir los edificios que abunda en Santa Fe, y de algunas cosas más. Pero no pasó nada. Si hubo corrupción, fue olvidada. Y si no la hubo, lo que tenemos es una enorme irresponsabilidad del señor Orvañanos. Podemos imaginar lo que sucedería en la capital si él fuera el candidato del PAN y ganara las elecciones.

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