Opinión

Confusiones presidenciales

Como candidato panista a la Presidencia de México, Felipe Calderón, se prodigó en convencer al pueblo en que sería “el Presidente del empleo”. A la mitad de su sexenio, después de tres años, se embelesa en convencer al pueblo que debe pagar impuestos para enfrentar la pobreza; pareciera el pasaje de Robin Hood, quitando el dinero a quienes lo tienen para regalárselo a quienes no lo tienen; epopeya fantasmal, que no resuelve la pobreza y no hay equidad ni justicia social. En medio de esas atribulaciones nacionales cabalga una confusión, que equivocadamente no se ha definido, es en torno a la compañía Luz y Fuerza del Centro, y la presunta legalidad de la dirigencia sindical que encabeza Martín Esparza. Se ha renunciado a la función de Estado y se ha permitido “la confrontación de lavadero” o sea que se ha caído en el argüende.
La bandera central en campaña, la del empleo, concatena todas las líneas para atender socialmente las necesidades de un pueblo. El que tiene empleo, no es pobre; el que trabaja, tiene alternativas de atender sus necesidades; el que se multiplica en el trabajo, cuando lo hay, se da paso a la prosperidad. Y el empleo viene después de la inversión, después de la empresa; sin inversión, no hay empresa; y sin nada de eso, pues no hay empleo. Y termina como la vieja moraleja de los libros de texto, de la lechera que soñó; pero cayó y se rompió el cántaro de leche y adiós el sueño. Y todo esto ha centrado en una realidad al gobierno de Felipe Calderón, falta de dinero y lo debe y lo quiere sacar de los que pagan impuestos; no está mal, pero no es lo mejor. Tampoco es la propuesta perredista una solución, la de endeudarse internacionalmente. Falta el acto inteligente y brillante; el pueblo lo espera.
Entre este territorio nacional, de riqueza natural, de recursos terrenales, se plantea la crisis económica como el suceso trágico; se propone desaparecer instituciones públicas. La falta de programas propicia la quiebra y el cierre de empresas privadas. Es el desempleo. En torno al gobierno se ha creado un monstruo, intangible, el del gasto público excesivo. Y se plantea cerrar oficinas de gobierno, con voces para limpiar la empresa estatal. Ejemplo, la compañía Luz y Fuerza del Centro es la muestra de una paraestatal en quiebra, subsidiada por el pueblo, con larga cadena de quejas ciudadanas en su servicio y una protesta emocional por las prebendas que obtienen sus trabajadores. Sencillo, el Estado, es el empresario, que debe decidir y definir si cierra la empresa por inconveniente. Pero dejar que se invente o que se trasmita, una versión de cierre de la compañía, derivado de una lucha interna entre trabajadores, para la dirigencia sindical, uno perdió, otro ganó. El que pierde arguye fraude. Hay instancias legales. Lo que no es legal, ni es gobernabilidad, es la versión del cierre de la empresa. Si se iba a hacer, debió de hacerse antes del conflicto sindical. Urge parar la confusión porque el país se puede incendiar.

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