Opinión

Caso Televisa

Después de una larga, compleja y desgastante batalla, el gobierno federal arribó a una ridícula derrota en el asunto de la llamada “licitación 21”, con la que se buscó favorecer a Televisa y Nextel, en el terreno del espectro radioeléctrico.

Que el gobierno de Felipe Calderón cometa errores no es algo novedoso. Que esos errores sean enormes, tampoco. El problema ahora es que, dígase lo que se diga, el mensaje que la administración federal ha puesto a la vista de propios y extraños, es que los compromisos no tienen carácter de obligatoriedad, sino hasta el límite que el propio gobierno marque. Es claro que la citada licitación tenía, de salida, fallas terribles. Y resulta obvio el entender que aquellos que resultaban lastimados en sus intereses, no recibieron en ningún momento, clase alguna de atención para explicar, controlar y/o resolver el posible conflicto. Así, de inicio, el gobierno decidió en favor de unos y a los otros los despreció en todos los terrenos.

Después, cuando la situación resultó ya algo insostenible, el gobierno buscó la forma de acabar con el acuerdo sellado. Y con la característica torpeza de la Secretaría de Comunicaciones y en base al creciente desprestigio de su titular, Juan Molinar, simplemente cometió los errores necesarios para que todo se viniera por tierra. Cabe aclarar que ahora, los errores fueron buscados, y no como el principio de la licitación, simplemente producto de la incompetencia. Ahora, Televisa sabe que no recibió lo que se tenía pactado.

Los rivales, saben que no están en el ánimo del gobierno. Los capitales saben que el gobierno responde adecuadamente a las presiones. Los mexicanos saben que Juan Molinar no es confiable en lo más mínimo. Y los inversionistas entienden que la seguridad jurídica que se pregona en los discursos, no es más que un juego de palabras, que para nada se corresponde con la realidad… Para el gobierno sin embargo, los problemas se multiplican. Y el asunto del rescate de los mineros en Chile, se convirtió en un nuevo dolor de muelas para la administración de Felipe Calderón.

El caso Pasta de Conchos revivió con fuerza y el gobierno quedó, como siempre, expuesto totalmente a las críticas por su incapacidad para resolver la tragedia que está a punto de cumplir cinco años sin que se pueda rescatar a las víctimas. El problema alcanzó nuevos niveles de desprestigio para la administración calderonista. Y llegó a un punto serio en lo político cuando el subsecretario del Trabajo, Alvaro Castro, envió un comunicado, con papel oficial, sellos y firmas, para atacar a un senador panista como Ricardo García Cervantes, por atreverse a demandar atención para los deudos de las víctimas en la mina de Coahuila.

Obviamente este señor actuó con el apoyo y beneplácito de Javier Lozano, secretario del Trabajo, cuando no por órdenes suyas. Pero nunca se calculó la respuesta de parte del Senado. Hay ya una demanda ante la Secretaría de Gobernación, como cabeza de gabinete, para que el propio Lozano ratifique o rectifique los dichos de su subordinado, en el entendido de que si ratifica, será sometido a juicio político por la simple y sencilla razón de que los legisladores son inatacables en sus opiniones. Ese es el valor real del fuero. Y si fuera rectificada la posición del subsecretario, tendría que ser despedido de su cargo.

Es obvio que en el gobierno hay incompetencia. Pero cuando como es el caso de las Secretaría de Comunicaciones y del Trabajo, ésta se suma a la soberbia, el resultado es simplemente desastroso… Y para que se entienda que los problemas en el PAN aumentan conforme pasan los días, bastaría con poner un poco de atención a la lucha que se ha iniciado por la sucesión en la dirigencia del partido blanquiazul. Para nadie es un secreto que Germán Martínez primero, y César Nava después, resultaron ser un fracaso electoral y un ridículo político para el gobierno. Ambos resultaron electos como dirigentes sin mayor problema, ya que no tuvieron rivales en la lucha interna. Ahora, hay un buen número de aspirantes, un mayor número de resentidos y un creciente grupo de aspirantes a la venganza. Y en diciembre, las cosas  estarán al rojo vivo. Quizá por ello, muchos son los que piensan que a final de cuentas, el vencedor será Roberto Gil. Y si ello es así, habría que ver que en esta decisión, después de cuatro años, por fin Felpe Calderón habría dado paso a cuadros no integrantes de su círculo interior.

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