Opinión

ATISBOS

Cuando el destino nos alcance

Rafael Cienfuegos Calderón

Los días 5 y 8 del mes en curso hubo dos celebraciones mundiales: el Día del Medio Ambiente y el Día de los Océanos, que para la gran mayoría de los habitantes del mundo pasaron desapercibidos no obstante que preservarlos es vital para la continuidad de la vida humana y de las especies de flora y fauna. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que la Tierra se enfrenta a una triple emergencia: el clima se calienta a un ritmo demasiado rápido para las personas y la naturaleza; la pérdida de hábitat y las presiones sobre los recursos naturaleza tienen en peligro de extinción a casi 1 millón de especies; y el aire, tierra y agua se envenena cada vez más con contaminantes. Atender el problema implica transformar las economías y sociedades para hacerlas más inclusivas, justas y respetuosas con la naturaleza. Hay que pasar de dañar el planeta a curarlo. La buena noticia, dice la ONU, es que las soluciones y la tecnología existen y cada vez son más asequibles. La mala (que este espacio anota) es que no hay voluntad política de los gobiernos ni interés social para propiciar un cambio. La naturaleza se encuentra en emergencia y el tiempo es corto, es la advertencia. Para bajar en este siglo a 1.5 grados centígrados el calentamiento global y mantenerlo, hay que reducir a la mitad las emisiones anuales de gases efecto invernadero, si no, la exposición a aire contaminado aumentará 50% en esta década, mientras que los desechos plásticos que fluyen hacia los ecosistemas acuáticos podría triplicarse para 2040. Los océanos, son los pulmones del planeta y en ello radica su importancia para la continuidad de la vida, pues generan la mayoría del oxígeno que respiramos; 80% de contaminación la causan los seres humanos con 8 millones de toneladas de plástico que causan estragos en la vida silvestre, la pesca y el turismo, calculándose al año la muerte de un millón de aves marinas y 100 mil mamíferos marinos. De José Sarukhán, exrector e investigador emérito de la UNAM, retomo de su conferencia de enero de 2020 en el Centro de Investigaciones Genómicas, que la especie humana ha crecido y se ha apoderado del planeta; la monopolización es brutal. Somos el único organismo biológico que ha crecido exponencialmente y a ello se suma que los sistemas económicos y urbanos propician distanciamiento entre los humanos y la naturaleza. Alrededor de 70% de la población vive en las grandes ciudades; la gente nace, se reproduce y muere ahí, sin tener contacto con la naturaleza. Desde el inicio del Homo sapiens, hace 200 mil años, han vivido unos 108 mil millones de humanos, de los que han muerto casi 100 mil, y quienes habitamos hoy el planeta somos una pequeña cantidad de ese total, pero no sólo eso, en un lapso corto de 200 años, nuestra especie ha dañado a la Tierra. La cantidad de habitantes, lo que consumen, la energía y los recursos que utilizan, propician el cambio climático y efectos negativos en los ecosistemas. Lo que cada individuo utiliza es igual o peor que la cantidad de gente, y se añade la diferencia del consumo entre naciones. En la India cada habitante consume al año 4.5 kilos de carne y 17 de papel, y en Estados Unidos 95 y 213 kilos, respectivamente, y nunca antes en la historia del planeta se habían registrado los actuales niveles de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. El aumento de emisiones es imparable, hoy hay 414 partes por millón, contra 280 de antes de la Revolución Industrial. La tasa de incremento es mayor cada año por la actividad industrial, el transporte y el consumo. Vivimos en un planeta finito y no podemos pretender modificar las leyes de la naturaleza a nuestro antojo para ajustarlas a las concepciones del desarrollo económico o financiero, concluyó el doctor Sarukhán.

 

Acerca de Juan Carlos Machorro

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