Notas

Se encontraron en 20913 varios cráneos de un Tzompantli, en la línea 12 del Metro

Cuatro cráneos orientados hacia el suroeste, correspondientes a dos individuos masculinos, uno femenino y un cánido, que formaron parte de un tzompantli, fueron algunos de los hallazgos arqueológicos que arrojaron las obras de la Línea 12 del Metro en el año pasado en la Ciudad de México, y que se sumaron a las evidencias de asentamientos prehispánicos detectadas: casas habitación, tlecuiles, pisos, canales de piedra y lajas, esculturas, abundante material cerámico y lítico, y un centenar de entierros, en su mayoría de infantes.

Así lo dieron a conocer las arqueólogas María de Jesús Sánchez Vázquez y Georgina Tenango Salgado, de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), al ofrecer un balance de los descubrimientos realizados a lo largo de 24.5 kilómetros de extensión de dicha línea de transporte subterráneo.

Ofrenda_de_cráneos_humanos_y__uno_de_cánido_que_formar  on parte de un tzompantli. Los hallazgos se dieron durante las obras de construcción de la línea 12 del metro. Foto DSA-INAH.

Luego del estudio de los materiales y la información obtenida, las especialistas destacaron el hallazgo de los cráneos que formaron parte de un tzompantli, en la zona de transbordo de la estación Ermita, que datan del periodo Posclásico Tardío (1350-1521 d.C.), donde también se encontraron los restos de un empedrado y dos mangos de sahumador que estaban colocados en forma semicircular.

Sánchez Vázquez dijo que “los trabajos en gabinete realizados por la bióloga y antropóloga física revelaron que los cráneos pertenecieron a un Tzompantli, el primero de ellos correspondiente a un cánido —que por vez primera se halla en este tipo de altares—, el segundo a un individuo masculino de entre 25 y 35 años, el tercero a una mujer de entre 18 y 22 años que presenta deformación cefálica intencional, y el cuarto a un hombre menor de 35 años”.

Los cráneos presentan una perforación a la altura de la sien, lo que indica que pudieron haber sido atravesados con una vara para colocarlos en el tzompantli. Sin embargo, tiempo después fueron retirados de éste y se quedaron únicamente como ofrenda en esa área.

Respecto a la presencia del cánido, María de Jesús Sánchez señala que quizá se deba a que los perros estaban relacionados con los ritos funerarios, para que acompañaran a los difuntos en su camino al inframundo, pero es la primera vez que se tienen referencias del cráneo de uno de estos animales en un tzompantli.

Añadió que “sabemos que durante la Conquista algunos cráneos de caballos fueron puestos en este tipo de estructuras, pero no de cánidos. Sin embargo, nos falta más información documental, pues quizá sí hay perros asociados a estos altares en otros lados y no lo sabemos. Y es que son pocos los tzompantlis hallados en la Ciudad de México, hasta ahora sólo tenemos conocimiento de los de Tlatelolco y del Templo Mayor”.

Al referirse a los demás vestigios, las especialistas señalaron que en el intertramo de las estaciones Atlalilco-Mexicaltzingo, hallaron evidencias de asentamientos prehispánicos consistentes en muros de casas habitación, tlecuiles, pisos y apisonados, un canal hecho con piedras y lajas, dos esculturas, lítica, abundante material cerámico del tipo Azteca II y III, y 63 entierros entre los que predominaban infantes depositados en ollas y directo en la tierra, algunos con ofrenda.

También se detectó parte de una construcción de finales del siglo XIX, que consiste en cimientos, muros, un canal hecho con tabique de laja y un drenaje que desemboca en un registro, que quizá pertenecen a la ex hacienda cercana de la que todavía se conserva un pedazo de un muro.

En la estación Mexicaltzingo se registraron más restos de unidades habitacionales, entre ellos muros de piedra, pisos y apisonados, una plataforma, tlecuiles, fragmentos de cerámica doméstica correspondientes al periodo Posclásico Temprano (1150-1350 d.C.), en los que sobresalen los tipos Azteca I y II, malacates de todos tamaños, agujas de hueso, además de 26 entierros preponderantemente de infantes colocados en ollas y en la tierra.

En el intertramo de las estaciones Culhuacán-Atlalilco se registraron 46 metros de largo de un antiguo camino de piedra que pasaba frente al Ex Convento de Culhuacán, restos de un muro muy ancho con piedra de gran tamaño, y la estratigrafía correspondiente a un ojo de agua localizado sobre la avenida Tláhuac.

En la estación Parque de los Venados se registró un entierro de adulto que tenía como ofrenda una jarra con círculos incisos, un silbato rojo zoomorfo, dos navajillas de obsidiana verde y un cajete pequeño con soporte de pedestal, del periodo Posclásico Tardío.

En la estación Mixcoac se recuperó escaso material arqueológico en el que predomina la cerámica del periodo Epiclásico (650-900 d.C.), fases Coyotlatelco y Mazapa, así como evidencias del cauce de un antiguo río. Durante la vigilancia efectuada para colocar tuberías de agua potable, en Patriotismo, casi esquina con Donatelo, se halló parte del esqueleto de un individuo adulto que tenía como ofrenda una vasija del tipo Mazapa.

Las arqueólogas señalaron que en fechas recientes se les comunicó sobre el proyecto de ampliación del eje del trazo de la Línea 12 del Metro hacia el norponiente, para agregar tres estaciones y hacer correspondencia con la estación Observatorio de la Línea 1.

Cabe mencionar que el Metro es uno de los sistemas de transporte más masivo de la Ciudad de México con una movilidad estimada al día de cerca de 4 millones de personas.

Acerca de Juan Carlos Machorro

El autor no ha proporcionado ninguna información.

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