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Regresa Cristo del siglo XIX a Acapantzingo, en Morelos

Autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en el estado de Morelos –ubicado a dos horas de la capital del país-, realizaron la entrega formal de un Cristo articulado del siglo XIX a la Parroquia de San Miguel Arcángel, ubicada en el barrio de Acapantzingo, en Cuernavaca, capital de Morelos, luego de varios meses de trabajos de restauración en los que expertos unieron elementos fracturados, recuperaron la función de las articulaciones, eliminaron repintes y recobraron la policromía original.

A la ceremonia de entrega-recepción asistieron miembros de la comunidad de Acapantzingo, quienes junto con una banda de música escoltaron al Cristo desde el Taller de Restauración del Centro INAH Morelos hasta el atrio de la parroquia, ubicado en la acera de enfrente, al tiempo que repicaban las campanas y lanzaban cohetones en señal de júbilo por su retorno.

En el atrio lo esperaba un catafalco en el que fue colocado para su conservación y veneración, al tiempo que los fieles lo recibieron con aplausos y globos blancos y amarillos.

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Al hacer la entrega de la escultura, el director del Centro INAH Morelos, el antropólogo Víctor Hugo Valencia señaló que para el INAH la intervención de este Cristo significó estrechar los vínculos con la comunidad de Acapantzingo, con la que diariamente conviven los especialistas de la institución, ya que les permitió restaurar un bien histórico mueble que para esta localidad representa una imagen de gran devoción.

Durante la ceremonia se firmó el acta de entrega-recepción del Cristo del siglo XIX, por el antropólogo Víctor Hugo Valencia y el presbítero Álvaro del Carmen Masis Solano, y se proporcionó una copia del informe técnico de la intervención. Asimismo, el párroco entregó un diploma de reconocimiento a los especialistas por la restauración de la pieza religiosa.

La talla, elaborada en madera de colorín que la hace ligera y apta para participar en la Pasión de Cristo durante la Semana Santa, presentaba múltiples fracturas en ambos pies y el cuello, así como en los ensambles que dan movilidad a las articulaciones de las rodillas y el cuello, además de rotura de los goznes ubicados en los hombros y desgarre de las cubiertas de piel de vacuno. Tales daños se produjeron durante un fuerte sismo registrado en 2012, que provocó que el Cristo se desprendiera del muro en el que colgaba sobre su cruz y se impactara en el piso.

La restauradora Elda Anrubio Vega, responsable del proyecto de intervención, informó que el Cristo —de 1.40 m de alto x 40 cm de ancho— se utilizaba en procesiones y participaba en la representación de la Crucifixión durante la Semana Santa, por lo que antes de la caída ya presentaba varias intervenciones no profesionales, amén de modificaciones estructurales y funcionales, la más notoria en las piernas para hacerlas articuladas y poder escenificar el pasaje bíblico del viacrucis, pero después fue inmovilizado nuevamente mediante un cendal hecho de pergamino, que aún conserva.

La pieza se sometió a un proceso de limpieza y se retiraron varias capas de repintes, aplicadas a lo largo del siglo XX, hasta llegar a la policromía original. «El rostro rígido y sin expresión del Señor de Acapantzingo pasó a ser una pieza de gran dramatismo y belleza».

Acerca de Juan Carlos Machorro

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