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De espionaje

¿Espionaje…? Siempre lo ha habido. Si vamos a tiempos de Jesús encontraremos que el Sanedrín lo seguía para testimoniar amenazas que, según ellos, les significaba. Así, tuvieron elementos para ir a los romanos acusarlo de que se proclamaba como Rey. En Judas Iscariote encontraron al quintacolumnista que con un beso lo entregó. En el México prehispánico Moctezuma enviaba a sus mensajeros, comerciantes y demás, a ver cuánto hacían pueblos avasallados. Sus enviados también fueron a ver la llegada de los españoles, pero como no sabían qué veían informaron mal al monarca.

Informar mal al monarca. Sucedió cuando la agresión a Irak por Bush y compañía. Llevaron adelante la campaña contra Saddam Hussein porque les dijeron que tenían armas de destrucción masiva (era la justificación). Pudo haber sido cierto en algún momento, como que ellos mismos se las proveyeron para la guerra contra Irán, cuando la finalidad era que un gobierno laico, así fuera encabezado por un tirano, derribara al fundamentalista de los ayatolas. En el caso, lamentable, de Evo Morales y su vuelo sobre Europa, decían tener conocimiento de que en su avión viajaba el infidente, para ellos, Edward Snowden. De nuevo los servicios de inteligencia fallaron.

El problema no es, pues, que haya espionaje, que ahora se documente en forma exhaustiva. La cuestión es que hoy los sujetos susceptibles de ser espiados somos todos. Ámbitos personales son invadidos por escuchas que se enteran de lo que corresponde al ámbito de lo privado. Las nuevas tecnologías de la informática permiten un seguimiento, paso a paso, de las acciones de cada quien, lo cual vulnera libertades fundamentales en la cultura occidental. Eso es lo trascendente.

Muestra de la perversidad del espionaje lo hemos visto en películas como La conversación, protagonizada por Gene Hackman, o El enemigo público, con Will Smith, ambas exhiben el acoso a ciudadanos por parte de agencias de gobierno.

Hace algunos años hubo información de un programa llamado Echelon, referido a espionaje de gobiernos. Hasta el Vaticano fue involucrado. Pero era eso, vigilancia a gobiernos, no a personas en lo privado. Se hacía uso de tecnologías de la informática, de punta. Nuestro país ha sido objetivo de informadores oficiales y oficiosos todo el tiempo. Se dice que trabajos de cartografía de Humboldt, fueron a dar al despacho del presidente norteamericano Thomas Jefferson en la preparación de las guerras expansionistas.

En fin, el futuro previsto por George Orwell en su novela 1984, exhibido en la película del mismo nombre, protagonizada por Edmond O’Brien, está aquí. Big Brother, el dictador está presente. Hoy las cámaras en espacios públicos y recintos privados nos siguen paso a paso. Desde satélites puede ser vista la entrada a nuestras casas. Escáners nos desnudan en aeropuertos. Llamadas telefónicas, mensajes electrónicos, por fax, son susceptibles de ser monitoreados desde centros de escucha de gobierno o de particulares. Minúsculas grabadoras de bolsillo registran conversaciones. Microcámaras ocultas en un broche pueden fotografiarnos, filmarnos, en cualquier situación. Aprendamos a vivir con ello, a cuidar qué decimos, cuánto hacemos. Díganlo si no los “sires” y las “leidis” protagonistas de hechos escandalosos que hoy vemos en youtube. Bueno, algunos, otros tienen otros usos más rentables para los perpetradores.

Acerca de Hector Villar Barranca

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