En Ambiente

Frescura

Depre-940La reiterada mención a Rendez-vous des Chaminots en “La náusea” de Jean Paul Sartre trae el recuerdo de aquel Le Rendez-vous en la bella y rica historia del antiguo Paseo (del Cristo) de (los) Plateros, de la Profesa, de San Francisco y a partir del 8 de diciembre de 1914: Francisco I. Madero.

En el restaurante-cafetería Le Rendez-vous, un pianista —ya viejo para entonces— enfatizaba con destreza el repertorio privilegiadamente extraído al catálogo de Fryderyk Franciszek Chopin.

Salido de la estación del Metro, recorría la amplia plataforma del Zócalo para ver, rever, gozar y admirar las casonas históricas y aún con tiempo regresar lentamente por la acera sur hasta llegar a los amplios ventanales exteriores abrillantados con la luminosidad interna de aquel grato Le Rendez-vous, elegir la mesa acostumbrada, solicitar el primer café y esperar su llegada.

En la casi inexperiencia, era un apoyo atender a las interpretaciones musicales para llenar las ásperas y dolidas lagunas del lenguaje puesto en la mirada y en el calor de la mano femenina. No exigía más, su mirada, la obra pianística y la ya desde ese momento certeza de coincidir, la próxima semana a la misma hora, para escuchar al pianista, al viejo pianista de “nuestro lugar”, una taza con café en “nuestra mesa” y quizás, para alegrarle la tarde al mesero, una rebanada de pastel.

En aquel desaparecido Le Rendez-vous disfruté los primeros acercamientos a la música de Chopin y al misterio femenino, claustro/síntesis de sensaciones y emociones aun vívidas: un café, el entonces no maldecido cigarrillo, el hombre ante su piano, la imagen y voz de ella.

Años después abrirían otro Le Rendez-vous en la calle de General Prim a unos metros del Paseo de la Reforma —quizás fuera el domicilio en el traslado o sucursal—, nada en él atraía, quizás le faltaban los años, las altas luminarias, la música del viejo pianista y ella.

Del viejo pianista en el desaparecido Le Rendez-vous de la calle de Madero aprendí que la obra pianística de Chopin con su exigencia de una mano izquierda disciplinada —tal cual lo afirmara el maestro Claudio Arrau León—, resulta cursi cuando la interpretación es cursi* y que el último sonido demanda el silencio para disfrutarlo plenamente.

Todo esto porque a Jean Paul Sartre asentó algunos de los pasajes de “La náusea” en aquel su Rendez-vous des Chaminots, sin importarle que lejos en el espacio y el tiempo, alguien añoraría el lugar en donde surgieran el primer acercamiento a la música de Chopin y al misterio femenino.

*Por esos azares de la vida el maestro José Luis Wario Díaz refiere el siguiente enlistado en su etapa académica para la valoración de una obra musical:
a) Mensaje trivial en código trivial = Obra trivial.
b) Mensaje trascendente en código trivial = Obra cursi.
c) Mensaje trivial en código trascendente = Obra bonita.
d) Mensaje trascendente en código trascendente = Obra bella; no puede uno estar más de acuerdo y por ello añadimos el parrafito anterior.

Comentarios Cerrados

Los comentarios están cerrados. No podrás dejar un comentario en esta entrada.