En Ambiente

Brazos y brotes

 

Origen. Acrílica sobre cartulina. 28 x 21.5 centímetros.

Durante el Imperio de Napoleón III, el Barón George Haussmann, en su cargo de Administrador, favoreció los trabajos para transformar a París (un millón de habitantes) con la apertura de avenidas con perspectiva grandiosa, el inicio de la Ópera, un vasto sistema de coloacas… momento en que a los bosques de Boulogne y Vicennes les transformaran en parques públicos.

“…en Europa los jardines ilustrados atizaron la formación de una enriquecedora y estratégica vida laica que pretendió restar control y poder a la Iglesia. En México, a partir de los últimos años del siglo XVIII y junto con paseos y alamedas, los jardines también fueron promovidos por los ayuntamientos por las mismas razones.

“Durante la etapa porfiriana, estos lugares tuvieron un nuevo auge que pretendía, por una parte, dar lugar a que las diversiones de la gente se efectuaran en lugares públicos en donde podía ser vigilada: con esto se evitaban las reuniones privadas que peligrosamente podían estimular la formación de grupos que, clandestinamente, manifestaran sus ideologías y actuaran para propagarlas y defenderlas…”, anota el arquitecto Carlos Lira Vázquez en su obra “Jerez en el porfiriato” y añade: “…No hubo formación de clubes, no se acostumbraron las tertulias, veladas literarias o musicales privadas… y, en cambio, se fomentó siempre, a partir de la creación de jardines y del uso de las calles, la diversión colectivizada y efectuada a la luz pública.”

Menguado el poder de la aristocracia que diferenciaba con sus nombres al lar familiar, el nuevo orden de cosas impuso –a las plazas y jardines—el propio de sus héroes y de los personajes autorizados por el nuevo régimen republicano.

Un jardín es algo más que el gusto ornamental o evolución en nuestra historia; ejemplifica la capacidad económica, espacio en donde las clases concurrían sin mezclarse y, en el mínimo espacio residencial es el rostro de la intimidad hacia el exterior, aún cuando otro sea –alquilado su esfuerzo—quien ponga las manos sobre la vegetación.

Creamos los jardines sujetos al devenir del progreso que dictamina la extención de los brazos arboreos. La mutilación periódica –reminiscencia de la estabilidad en una sociedad jerarquizada, cuando una rama y cada prado ocuparan su lugar al igual que los ciudadanos—o la desaparición del árbol en los términos del desarrollo, origina el monólogo administrativo en un momento en que la apropiación de los pulmones naturales toma imagen de patronazgo.

 

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