Comunitarias

De mis pasos. De mañana… de ayer… de hoy

24 de febrero, Día de la Bandera. Día de uno de nuestros símbolos patrios. Me lleva a recuerdos. A mis tiempos de aprendizaje, preescolar, primaria. En kinder, el Federico Froebel de mi barrio de la Estación, en Córdoba. Mis maestras, educadoras, Felícitas, Lupita, Enriqueta, nos ponían a colorear el dibujo de la bandera: verde a la izquierda, rojo a la derecha; el blanco correspondía al blanco de la hoja de papel.

Comenzaba a tener conciencia de mi identidad. De mi pertenencia a una patria. De mi ser mexicano. Era apenas el principio. A los dibujos seguían cantos, poemas, marchas en el patio del plantel siguiendo a nuestra enseña tricolor. En la primaria continuaron las proclamas que habrían de alentar nuestro hacer de entonces, y el de mañana: ¡Lealtad a la Patria! Se la escuché a una de mis nietas al concluir la declamación de un poema sobre los Niños Héroes, 4 años tenía, y me sentí profundamente emocionado.

A partir del tercer año, en la Escuela Adalberto Casas Rodríguez, en Córdoba también, los niños comenzábamos a participar en los desfiles. Ya desde segundo esperábamos, entusiasmados, el año siguiente en el que ya, con el uniforme propio de la fecha, habitualmente blanco, asistiríamos a los desfiles conmemorativos: 5 de febrero, Día de la Constitución; 21 de marzo, natalicio de Benito Juárez; 5 de mayo, la Batalla de Puebla, «las armas nacionales se han cubierto de gloria»; en mi ciudad natal, 21 de mayo, festividad local, en memoria de «Guardaelmuro, un gran insurgente, contra Hevia, luchó con valor», era el día de la Casa Quemada, simboliza los cruentos combates entre insurgentes y realistas; 16 de septiembre, Día de la Independencia; 20 de noviembre, Aniversario del inicio de la Revolución Mexicana.

Secundaria y Preparatoria, las mismas fiestas, los mismos desfiles, pero ya no el mismo entusiasmo por la participación. Acaso acudiéramos complacidos a la marcha el día de la celebración. Sobre todo si se trataba de lucirse a los ojos de la novia, o la pretendida, o simplemente de las amigas.

Mi  Preparatoria coincidió con los 18 años, edad para cumplir con el Servicio Militar Nacional, quiérase o no, formativo. Entonces ya no desfilaba con la escuela, su uniforme era pantalón de casimir azul marino, zapatos negros, camisa blanca de manga larga, gorra cuartelera azul, el escudo de la Universidad Veracruzana, amarillo, con el  lema «Lis de Veracruz, arte, ciencia, luz». En aquellos tiempos la enseñanza media y media superior estaban a cargo de la institución universitaria.

Ya no marché con la Preparatoria. En 1962, participé en las filas del Servicio Militar Nacional. Formé parte, orgullosamente, de la escolta de nuestro lábaro. Recuerdo a los integrantes, Jorge (creo que así se llama),  Yeri, Rahme, comandante; a Pepe Pérez; a un amigo a quien decíamos Pelucas (era peluquero) único que no era estudiante; a otros dos amigos entrañables, compañeros de aula, Raúl Carvajal y Héctor Murillo de la Llave, ambos fallecieron en sendos accidentes automovilísticos.

Cuántos recuerdos, cuántos los amigos de entonces, cuántas fechas memorables, cuánto de una Patria a la que amamos entrañablemente al comprender que la Patria, concepto abstracto, es nuestra familia, padres, hermanos, abuelos, esposa, hijos, nietos, primos, tíos, amigos. En ellos la Patria cobra forma, sentido. Si luchamos por la Patria, lo hacemos por los nuestros.

Hoy es el Día de la Bandera, nos identifica donde estemos. Representa nuestra historia, a nuestros días de hoy y, lo deseamos fervientemente, los de mañana. Símbolo en el cual vemos reflejado a todo cuanto amamos, a todos cuantos amamos, empezando por nuestra familia.

 

 

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