Campus

La silla vacía

Al mirar el calendario interrogas al tiempo si realmente todo aquello transcurrió; sobre la mesita una cajetilla y una taza con café frío distantes en el desgano paralizante, ni estirar el brazo te permites: lo dejas para después.

Algún día constatarás si en los cajones olvidó alguna parte de su presencia diaria, del aroma reciente; porque a partir de hoy, tu reino será el reducido espacio cercano a la puerta [por si acaso].

Dieta para uno, los proyectos individuales y un sueño íntimo, propio, no compartido sobre un sillón que soportara los embates iniciales y al que de a poco en lento cambiaran por el tradicional territorio al ritmo convencional en fuga; miras la silla y sabes que ella no está allí, que un chorrerón reprimido no evitará exorcizar las sombras copiadas con la lámpara descapuchada, pospuestos la individualización de una respuesta dual en la contestadora, el libro ojeado y una balada que susurrada vibra con la sordina enmohecida de pasado; halarás las cobijas y no habrá resistencia del otro lado, secarás únicamente tus huellas al salir del baño y al mirar la silla comprenderás que la discusión es ahora monólogo y los reproches vanos.

Quizá busques en la cocina el aroma evadido en donde el ánimo no te dará para preparar algo más sofisticado a los alimentos en el microondas y, a la par del servicio individual, frotar el dedo en donde un aro pálido pregona la separación largamente profetizada; porque ahí ya no hay cosa alguna por conciliar.

Miras desconcertado la silla desde la fortaleza del sillón en donde su estructura trasplantada bostezara por una rutina sin remedio, por el chiste afeado, envilecido de tanto sobar, por la ira de un jabón con cabellos o el cepillo dental fuera de lugar; frente al espejo en donde su sonrisa emborronara simulara una silueta escurrida, perdida en el medio olvido desvaído en tonos blanco y negro, las fechas inútiles en el calendario y el dueto deshojado del «Cantar» que ya nada significa.

Junto a la mesa una silla no tan vacía, porque ahora ves un papel que te juras jamás leer -al menos por hoy- ante el reclamo del perico, que inconsciente en el abandono, pide el último servicio del día para dormir: te quedan una elección no disputada, otra sin posibilidad y la razón sin opción.

-oo-

Tú la necesitas, ella, sin tí, vivirá lo más cercano a la tranquilidad; en tanto de tus ojos escurre el ardor irremediable -inútil en la evasión, sin dedicatoria- afuera llueve…

depre744
Ella. Óleo sobre tela en cartón. 20.5 x 25.4 centímetros.

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