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Falta prudencia en los mexicanos al gastar su aguinaldo

De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), del total de mexicanos económicamente activos -cuyo número se estima en poco más de 54 millones, el 39.9% recibe la prestación de fin de año.

Los mexicanos que perciben un aguinaldo, por lo que señalan diversos estudios, no practican la prudencia en sus gastos. Entre el 50% y el 80% de la gratificación -según investigaciones- se utiliza para comprar regalos y financiar celebraciones de la temporada.

Por otro lado, durante la estación decembrina y en comparación con los indicadores del resto del año, los hogares del país incrementan su gasto en 27% y las marcas de categoría premium aumentan sus ventas en 30%. En este contexto, para el momento en que arriban los Reyes Magos, el aguinaldo seguramente ya es un bonito recuerdo del pasado.

Semejante derroche es una mala decisión, sobre todo para las familias mexicanas que tienen hijos en edad universitaria (ya matriculados en la educación superior o cerca de concluir la preparatoria). La formación académica de estos jóvenes involucra compromisos financieros no menores, y en ese sentido, una parte del aguinaldo debería aprovecharse para atender un asunto de enorme trascendencia como es la formación académica.

Respecto a lo anterior, informó la instancia de becas educativas FINAE, habría que considerar que, debido a múltiples factores económicos (como la inflación), el costo de una formación universitaria no se mantiene estable. Por ejemplo, de acuerdo con algunos estudios, para el ciclo 2017-2018, en las instituciones privadas del país el precio de la enseñanza se incrementó en 5.5%. También se señala que las colegiaturas en México cerrarán 2017 con el aumento más alto de los últimos 12 años (entre 5.6% y 6.2%), con la educación superior registrando los crecimientos más pronunciados.

Dichos porcentajes (cuya reducción no es prevista por los especialistas) aumentarán la presión en los hogares mexicanos que han optado -u opten- por las universidades privadas. En las instituciones mexicanas de esa categoría, según estimaciones, la preparación de un joven ya implica una inversión de entre 125 mil pesos (6,960 dólares) y poco más de 1 millón de pesos (56 mil dólares) -dependiendo de la licenciatura y la universidad elegidas.

Ante una contingencia en casa -desempleo, emergencia médica o la caída del poder adquisitivo del presupuesto familiar-, solventar tal magnitud de costos, que además no es inmune al ambiente macroeconómico, no será una tarea sencilla. De ahí que se pida prudencia al público y destine un ahorro del aguinaldo a la educación universitaria de los hijos.

Por supuesto, al contar con recursos financieros limitados, el sistema público de educación superior parecería una alternativa viable y de calidad. Sin embargo, esta opción supone un gran obstáculo: los espacios disponibles en las universidades públicas resultan insuficientes para cubrir la demanda de los estudiantes. Para recordarlo, habría que señalar que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), las instituciones más importantes del sector, rechazan a casi el 90% de los jóvenes que presentan el examen de admisión.

Afortunadamente, el sistema financiero del país ya cuenta con mecanismos que facilitan aprovechar una parte del aguinaldo en metas educativas, como los financiamientos para pagar el costo de una carrera en una universidad privada.

Los productos más innovadores del rubro tienen características como: se solicitan en línea (es decir, no conllevan trámites engorrosos), están disponibles en instituciones privadas en todo México y sus condiciones (pagos mensuales, tasa de interés y plazo fijos) son similares a las de otros créditos que usamos cotidianamente (hipoteca, autofinanciamiento).

Al guardar una parte del aguinaldo para utilizar este tipo de financiamiento, los jóvenes que aspiran a una formación de nivel superior disminuyen el riesgo de abandonar sus estudios por causas económicas -la razón que, de acuerdo con algunas instancias, detona casi el 70% de las deserciones universitarias.

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