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El aura

Danza Acrílica sobre corrugado 20.0 x 28.0 centímetros.

Vengo hasta acá, a este espacio distante de mi diario hacer con la baldía esperanza por recuperar el aura de mi sombra quizá yacente bajo la capa de mugre lustrada por innúmeros pasos, sobre polvos distantes transformados en costras ignoradas en la amalgama de miserias del pasado reciente; acaso reposa emborronada bajo escupitajos irrespetuosos o es parte desdeñada en la capa de zumos untados con el arrastre de calzados de diversas calidades traídos al ritmo y andar desesperado en los afanes habituales, con el trajín aletargado por la dispensa obtenida en el oscuro confesionario de “La Profesa” o en la densa atmósfera de un burdel en el entrepiso de la misérrima cantina de barrio; aromatizada con la orina acarreada desde una esquina sombría, cercada con las grasas carniceras de los guisos callejeros o asfixiada por el vaho de los automotores o, tal vez huye, doblada entre las resquebrajaduras del asfalto, perseguida por la carga de humos asentados y levantados con cualquier mínima ráfaga. ¿Quedó desdichadamente embarrada en el muro de la casona y de ahí levantada —frágil estructura— por un ventarrón polvoriento previo al húmedo atardecer de ayer? Porque en el abandono, menos altiva, cualquier lluvia destemplada la arrastrará al desagüe de cualquier camino mezclada entre las tronchadas hojas broncíneas, tierra, desperdicios: entre las deyecciones humanas y animales.

 

Aura de mi sombra empañada por el abandono y por lunas coronadas de frío; reseca, marchitada con el rigor del sol, quizá por ventura, al buscarme tras un cúmulo de nubes engañosas impulsadas con vientos arremolinados ¿asumiste la equívoca ilusión de un mejor futuro en otros espacios embusteros de una libertad incompartida, para abandonar lentamente partículas de lo que juntos formamos?

¿Y si al llegar hasta acá equivoqué el rumbo y resulta que esta aura de sombra desarraigada al muro no es la mía y escamoteo una huérfana de dueño pronta a montarse en la primera estructura a la mano por más que el aroma, color y tersura le resulten detestables?

¿Ella, la extraviada aura de mi sombra penará sin mí de la misma manera en que este sufrimiento me desgasta? ¿Qué será de la armonía en construcción —ufana en el hacer diario— para llegar a ser finalmente uno solo?

Hasta acá vine esperanzado y regreso vacío con el dolor de saber que acaso para ella, mi sombra y yo solamente somos una réplica prescindible, naturaleza tenue, movediza al rigor de un aliento rancio.

Acerca de Víctor Manuel López Wario

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