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RECORDARON A SABINES A 16 AÑOS DE SU MUERTE
Tenía la mirada fija en la ventana de su habitación, observando su bugambilia que comenzaba a florecer, de repente, a las 11:30 horas del 19 de marzo, se murió el poeta chiapaneco; un hombre de verdad, estoico que quiso ser poeta y fue. Un hombre admirado y aclamado por diversas generaciones no nace cada día. Pasarán muchos años, pero muchos años para que nazca otro Jaime Sabines Gutiérrez tan rico de versos, poemas y poesía, que sea capaz de reunir a 10 mil almas ansiosas de escucharlo declamar y hacer que la antología “Jaime Sabines, Recogiendo Poemas”, de 500,000 ejemplares se agotara casi de inmediato. Jaime Sabines fue el poeta que cantó a la muerte para celebrar vida, el que poetizó a Los enamorados, platicó y describió a Dios; también aseveraba que no hay que llorar la muerte, es mejor celebrar la vida. Él fue tan único que al momento de recibir el galardón Elías Sourasky, dijo: “Los premios y los poetas me parecen vanos, fútiles, sin importancia”. Ganó más de una decena de premios, entre los que destacan el Literario de Chiapas, Xavier Villaurrutia, Nacional de Ciencias y Artes y la Medalla Belisario Domínguez. El pasado 19 de marzo cumplió 16 años de que se fue a departir con la Catrina y por tal motivo se le recordó en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, del Instituto Nacional de Bellas Artes, con pláticas sobre su vida y obra, además, se cantaron algunas de sus obras musicalizadas y también se escuchó su voz, declamando sus propios poemas. Si quiere saber más de este ínclito chiapaneco, se recomendó la biografía escrita por Pilar Jiménez Trejo, dedicó 10 años de su vida a estar cerca del poeta. Se dijo que Sabines está tan presente en sus lectores como hace 16 años y que siguen siendo unos de los poetas más leídos por un público que conserva su Recuento de Poemas en el librero y que recurre al vate para releer sus versos sobre la muerte, el paso del tiempo o la condición humana, pero también por un gran número de nuevos lectores que han llegado a Jaime por sus poemas de amor. A sus 17 años, en su natal Tuxtla Gutiérrez, los conocedores vaticinaban que sería un gran valor de las letras chiapanecas. En 1945 llegó a la ciudad de México para estudiar 3 años de medicina en la “Chata”, abandonó la carrera que no le llenaba. Se regresó a Chiapas sólo para retornar al DF en 1949 para estudiar Lengua y Literatura Castellana en la Facultad de Filosofía y Letras, en el legendario edificio universitario de Mascarones, donde tuvo como profesores a Enrique González Martínez, Julio Jiménez Rueda, José Gaos, Eduardo Nicol, Armando Bolaños y Julio Torri. En esta antigua casa de campo conoció y trató a Dolores Castro Varela, Rosario Castellanos, Luisa Josefina Hernández, Emilio Carballido y Sergio Magaña. En muchas ocasiones asistió a las tertulias literarias que se hacían en casa de Efrén Hernández, a donde asistía la crema y nata de las letras. Es ahí donde conoce Guadalupe Dueñas, Pita Amor, Juan José Arreola y al extraordinario Juan Rulfo. También trató a Francisco Monterde y Salvador Elizondo. En su juventud departió con jóvenes selectos como Óscar Oliva, Juan Bañuelos y Eraclio Zepeda. -OPINIONES- Sobre nuestro personaje en cuestión, alguna vez opinó Octavio Paz: El chiapaneco “se instaló desde el principio, con naturalidad, en el caos. No por amor al desorden, sino por fidelidad a su visión de la realidad. Es un poeta expresionista y sus poemas me hacen pensar en Gottfried Benn: en sus saltos y caídas, en sus violentas y apasionadas relaciones con el lenguaje (verdugo enamorado de su víctima, golpea las palabras y ellas le desgarran el pecho), en su realismo de hospital y burdel, en su fantasía genésica, en sus momentos pedestres, en sus momentos de iluminación”. Agregó en Poesía en movimiento: “Su humor es una lluvia de bofetadas, su risa termina en un aullido, su cólera es amorosa y su ternura, colérica. Pasa del jardín de la infancia a la sala de cirugía. Para Sabines todos los días son el primer y el último día del mundo”. También aseveró que Sabines “es uno de los mejores poetas contemporáneos de nuestra lengua. Muy pronto, desde su primer libro, encontró su voz. Una voz inconfundible, un poco ronca y áspera”. En el ensayo Entre lo tierno y lo trágico, Óscar Wong analiza estilísticamente la obra de Jaime Sabines y afirma: “En él observo, con justeza, la emoción de ese yo poético trascendiendo su propia particularidad a partir de su visión singularizada del mundo. Busco a Sabines porque en gran parte de su discurso expresivo reconozco mi intención particular, mi propia propuesta estética: invocar la existencia, conjurarla, exaltarla, como símbolo de transitoriedad”. Añade: “El Sabines que reconozco y que me complace es el que consigue expresar con emoción, sensibilidad, peculiar intuición para el lenguaje, con el sentido necesario e insólito equilibrio, relaciones humanas universales. Sinceramente frágil, cotidianamente primordial, tiernamente violento y apasionado, es el Sabines que tiene un sitio privilegiado en la literatura de México e Hispanoamérica”.

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