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Con el Fogón a Punto

NO ES LO MISMO SACIEDAD QUE SATISFACCIÓN

Basado en los estudios del Instituto de ciencia y tecnología de Hong Kong en base a la ciencia de la gastronomía, el cerebro humano en su etapa natal desarrolla un mapa alimentario de las sensaciones que cusan la saciedad, es decir un infante se alimenta de la leche materna hasta el punto de saciedad y de esta manera registrara en su cerebro a través del sistema completo en el que interactúan hormonas y órganos digestivos el proceso que en un futuro determinara cuándo el individuo se siente lleno. Conforme el individuo se va desarrollando este proceso tarda aproximadamente 20 minutos en registrarlo el hipotálamo.

Durante los primeros años de su vida probará diferentes alimentos y texturas que irán desarrollando el mapa cerebral de sensación de placer, medio por el cual el infante afianzará desde este punto y por el resto de su vida los alimentos y texturas que le brindan placer y satisfacción.

Un ejemplo claro es un individuo que en un proceso de régimen alimentario, que vulgarmente se le conoce como “dieta” podría comer cuanta lechuga le plazca hasta encontrar el punto de saciedad, pero quizá no el de satisfacción ya que en este punto las dietas generalmente suprimen todos los alimentos que causan placer en el individuo y que son el resultado que orilló al individuo a someterse a dicho régimen.

Si bien esta postura podría ser el parteaguas de la problemática actual de sobre peso de las generaciones que nacieron desde los años 80 hasta nuestros días.

La sociedad a partir de esta fecha terminó de familiarizarse con todos los productos procesados que la industria alimentaria ofrecía. Otro ejemplo que podemos dejar asentado es el caso de las bebidas carbonatadas (refrescos) que de los años cincuenta a los ochentas pasaron de ser un producto de novedad a algo cotidiano. Muchos recordarán que en los años ochenta era común ver los botellines de la marca Coca Cola y la botella de trescientos mililitros y una presentación familiar era de tan sólo un litro aproximadamente hasta llegar a nuestros tiempos con botellas de 3 y 3.5 litros.

Las generaciones de finales del siglo XX e inicios del XXI han registrado tristemente en sus mapas mentales de placer los sabores y texturas de gaseosas, papas fritas, harinas procesadas, por generalizar.

Esto es lo que ha dado como resultado los altos índices de obesidad en la población hablando específicamente de México.

Cuántas veces no vemos que para tranquilizar a un infante se le suministra una galleta, un dulce. Alarmante resulta que dentro de las primeras palabras de los infantes aparezca la funesta “coca” en alusión a la bebida que comúnmente ingieren los padres. Sin darnos cuenta del enorme daño que hacemos al configurar el mapa cerebral de los niños con alimentos y bebidas que son no solamente incapaces de dar un aporte nutricional si no que en exceso terminan siendo dañinos a la salud. Problemas no sólo de obesidad, hipertensión o diabetes, por mencionar algunas.

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