Vida Sana

Analizan efecto de la “Enfermedad Sagrada”

Los antiguos griegos la conocían como la “enfermedad sagrada” porque creían que sólo los dioses eran capaces de arrojar al suelo a una persona, privarla de sus sentidos, hacer que se convulsionara y regresarla a su estado normal, aparentemente sin mayores
afectaciones.

Es la enfermedad que hoy se conoce como epilepsia, que es un trastorno originado por un desequilibrio en la actividad eléctrica de las células nerviosas o neuronas, que deja una predisposición a sufrir convulsiones recurrentes, que suelen traer consecuencias neurobiológicas, cognitivas y psicológicas.

Al respecto, Fructuoso Ayala Guerrero, académico de la Facultad de Psicología (FP) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dijo que “al ocurrir un ataque epiléptico, prácticamente todo el organismo se ve involucrado y queda fuera de control, pues aquél se produce cuando millones de neuronas descargan simultáneamente, lo que da como resultado que el sujeto pierda la conciencia, o no, y tenga convulsiones”.

Un tipo de epilepsia recibe el nombre de idiopática, porque se desconoce su origen: el sujeto ya la porta de nacimiento. Asimismo, hay una de carácter benigno, que padecen algunos niños o jóvenes y que desaparece con el tiempo.

En ocasiones se puede generar por un golpe en la cabeza o por el efecto de algunas drogas: en la zona lesionada o afectada se forma un foco irritativo con neuronas muy sensibles, de tal manera que éstas empiezan a emitir descargas simultáneas que, a través de las redes de conexión, se desplazan sin control a otras áreas del cerebro.

A lo cual, dijo el investigador, “entonces surgen en el individuo diversas manifestaciones, ya sea conductuales (pérdida de la conciencia), motoras (convulsiones) o sensitivas (alucinaciones visuales o auditivas)”.

Otro tipo de epilepsia, llamada nocturna, sólo se presenta en la noche y durante el sueño. En este caso la persona ignora que tiene la enfermedad porque sufre el ataque mientras duerme. Al otro día, al despertar, siente que no tuvo un descanso reparador. Si el ataque fue violento, probablemente el afectado se mordió la lengua y sangró un poco, pero no sabe por qué.

En las fases del sueño NO REM, el cerebro emite ondas lentas de gran amplitud, que se generan al coincidir, en una sola zona, una enorme cantidad de neuronas que descargan simultáneamente. En opinión de Ayala Guerrero, ésta podría ser una de las causas de la nocturna.

“Esas fases del sueño facilitan la aparición de ese tipo en cerebros sensibles. Claro, este último término es subjetivo, se requiere medir con datos la sensibilidad para dilucidar qué significa”, señaló.

Muchas veces, según el académico, un electroencefalograma –cuya duración es de 30 a 40 minutos– no arroja ningún resultado concluyente que verifique que un individuo padece la de tipo nocturna, de ahí que recomiende hacer el registro del cerebro mientras se duerme.

Desde principios del siglo pasado se han diseñado diversos fármacos antiepilépticos: de la primera generación, de la segunda generación y recientes. Desafortunadamente todos, además de controlarla, tienen efectos nocivos en quienes la padecen, como problemas de memoria y aprendizaje, cansancio extremo y depresión, entre otros, resaltó.

A lo cual, explicó que los nuevos medicamentos buscan ser más efectivos y tengan menos efectos colaterales. “El objetivo es que intervengan en la regulación de algunos neurotransmisores, como el ácido gamma-aminobutírico, que inhibe la actividad cerebral, y el ácido glutámico, que la excita, para que no se rompa el balance entre ellos, porque si eso ocurre puede sobrevenir un ataque epiléptico”.

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