Sustentabilidad

Quetzal, últimos vuelos en México

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) que periódicamente divulga el llamado Libro Rojo o la Lista Roja de Especies Amenazadas, desde hace años tiene marcado a un ave mística de las culturas prehispánicas, el Quetzal, como una especie al borde de la extinción.

Su hábitat natural es la Sierra Madre del estado de Chiapas en la reserva natural “El Triunfo”, y zonas selváticas de Oaxaca en la reserva de Las Chimalapas, ello en la frontera sur de México, en sus colindancias con Guatemala y Belice. Esta ave está considerada en peligro de extinción en la NOM-059-SEMARNAT-2010.

El Quetzal es un ave de tamaño mediano con plumaje verde iridiscente en el dorso, de largas plumas en la cola de hasta un metro que son exclusivas del macho; se alimenta principalmente de frutos y de animales pequeños como lagartijas, grillos, ratones y mariposas.

Fue un símbolo de Mesoamérica, considerado como la representación de los dioses Quetzalcóatl y Kukulkán, la “serpiente emplumada”, debido a que durante su vuelo las largas plumas de la cola ondulan de manera similar al movimiento de una culebra. Además, sus plumas sirvieron para confeccionar el famoso penacho del líder azteca Moctezuma.

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La reproducción de esta especie es una vez en el año, normalmente es en abril, pero se puede extender hasta junio y muy pocos animales entran hasta julio, pues todo el grupo de quetzal se reproduce al mismo tiempo y tienen dos polluelos por ejemplar. Cabe mencionar que el preámbulo de la reproducción comienza en enero; pues las aves en libertad se llegan a reunir tanto machos y hembras, ya que, pese a ser animales solitarios están juntos en enero, febrero y parte de marzo, luego se separan en parejas. Los machos jóvenes escogen a su pareja, se juntan y permanecen así de por vida.

Cabe mencionar que antiguamente el Quetzal se distribuía desde Chiriquí, en Panamá, hasta el Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, por encima de los 1.200 metros de altitud, en los bosques nublados húmedos y con precipitaciones pluviales superiores a los 3.000 milímetros anuales.

Pero con el avance urbano y humano, se fue destruyendo su hábitat y por la cacería furtiva para obtener sus plumas provocaron que hoy sea casi imposible observarle en libertad y que en México sólo se ubique en dos sitios para su reproducción asistida y que son el aviario mexicano “El Nido”, el tercero más grande de Latinoamérica, ubicado en el municipio mexicano de Ixtapaluca, en el Estado de México. y en el zoológico “Miguel Álvarez del Toro”, en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas.

La especie también tiene varios depredadores naturales, como pájaros tucán y ardillas que se alimentan de sus huevos o polluelos pequeños. Las aves rapaces más grandes como búhos, halcones y gavilanes también matan a los quetzales adultos.

Resalta que fue el fallecido biólogo mexicano Jesús Estudillo, quien descubrió que en cautiverio el ave no se reproducía y moría joven al no contar con la presencia cercana de bromelias y helechos, que le ayudan a eliminar el exceso de hierro de su dieta y al remediar esta carencia se ha podido reproducirlo y en el aviario de su creación, “El Nido”, se cuenta en la actualidad con 12 ejemplares.

De acuerdo a Sofía Solorzano, investigadora de la División de Investigación y Posgrado de la FES Iztacala de la UNAM, casi el 70% de los sitios de anidación del Quetzal se han perdido y que en los 7 países en donde alguna vez voló esta ave majestuosa enfrentan serios problemas de pérdida de hábitat y fragmentación de las pocas poblaciones existentes de esta ave que podría en unos años enfrentar aislamiento genética, reducción del tamaño de la población y, en consecuencia, una rápida extinción total.

Los estudios para preservar a esta especie en México y Centroamérica, se vienen realizando desde 1983, enfocados en analizar los lugares donde aún está presente la especie, aspecto que hoy cuentan con aplicación de diversas tecnologías avanzadas.

Actualmente, en la reserva El Triunfo, Chiapas se estima se tiene una población de tres ejemplares de esta especie por cada 16 hectáreas, a diferencia de hace 25 años, cuando sólo se contabilizaba un individuo en la misma extensión de territorio.

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