Sustentabilidad

La previsión del estado del tiempo: una industria en crecimiento

Redacción: Ana Herrera

El tiempo ya no es lo que era. Para captar la diferencia, basta hacer un viaje en el tiempo a través de YouTube. Ahí se puede observar el informe meteorológico de los años 60 a cargo de un señor con aire de profesor de instituto que apenas tiene sesenta segundos para explicar en blanco y negro los símbolos trazados en mapas de cartón.

Esto es radicalmente diferente con la actualidad. Los espacios televisivos de hasta siete minutos de duración son presentados por una señorita de buen ver y atuendo casual contra un decorado de fantásticas vistas tomadas por satélite. El cambio es impresionante.

Esta transformación arrancó con el Weather Channel, un canal estadounidense que desde 1982 ha demostrado que una fórmula centrada en 24 horas de pronósticos y temperaturas es altamente rentable. Desde entonces, los contenidos se han cotizado al alza en el mercado informativo; prueba de ello es la multiplicación de blogs, webs y aplicaciones meteorológicas, y el hecho de que las empresas se disputen el patrocinio de los espacios televisivos sobre el tiempo.

¿En dónde está justificada semejante oferta mediática? ¿Responde a una demanda real de la población? Los productores del Weather Channel aseguran que sí, pues, según han declarado, el éxito de su producto se explica por la existencia de una brecha entre la información meteorológica habitual y el interés por previsiones que no fueran estrictamente locales, ocasionado por el boom de los viajes aéreos.

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De acuerdo a la profesora María Luisa Sánchez Calero de la Universidad Complutense de Madrid, los españoles reclaman sobre todo claridad: “Mi abuelo agricultor siempre se quejaba de que ni la radio ni la televisión explicaban el pronóstico de manera comprensible”. Una opinión muy similar la expresan “los científicos, que pedían que se divulgara mejor, pues los presentadores acuñaban términos como ‘ciclogénesis explosiva’, que muy pocos entienden”.

Actualmente, estos contenidos son los favoritos de una nutrida audiencia. De acuerdo al Centro de Investigaciones Sociológicas de 2011, el 69,5 % de los españoles se informa habitualmente sobre el tiempo, por encima de los aficionados a las noticias de deportes (44,9 %), política (34,2 %) o tráfico (24,2 %).

De estos consumidores destacan personas con distintos roles, pescadores, que “si escuchan que se avecina una borrasca no saldrán a la mar”; los alérgicos, porque están “siempre atentos a las novedades sobre niveles de polen”; las tiendas de ropa, que “montan sus escaparates en función del pronóstico para estimular las ventas”; los agricultores “deciden sembrar según lo que les diga el parte”; y los ciudadanos de a pie deseosos por “escoger qué ponerse para salir a la calle” o “saber si habrá nieve en la sierra para ir a esquiar”.

La gente que vive en ciudades tiene casi todo bajo control, menos el devenir atmosférico”, explica a Sinc José Miguel Viñas, presidente de la Asociación de Comunicadores de Meteorología (ACOMET). Esta característica del urbanita lo motiva a que siga con tanta atención la información meteorológica, “en el día a día le preocupa que la lluvia pueda alterar el tráfico, algo que le afecta directamente”, continúa Viñas.

La demanda del público ha sido atendida gracias a la ampliación exponencial de los recursos. “Los comunicadores disponen de herramientas cada vez más potentes con las que construir historias más cercanas a la realidad del ciudadano, desde fotografías de nubes o nevadas tomadas con teléfono móvil hasta imágenes de satélite y de radar que permiten hacer seguimientos en tiempo real, algo impensable hace años. Todo ha contribuido al protagonismo de dicha información”, indica Viñas.

A ello se suman las mejoras en eficacia predictiva. “Antes se decía ‘aciertas menos que el hombre del tiempo”, recuerda Sánchez Calero. La influencia mediática se nota más bien en nuestra relación con el tiempo, que ya no es “algo que uno sale a experimentar en el terreno; se ha tornado una experiencia tecnológica, accesible por satélites e incesantemente monitorizada por la televisión e internet”, explica Marita Sturken, especialista en comunicación de la Universidad de Nueva York.

Lo que se veía como un fenómeno natural se ha vuelto fuente de fantasía tecnológica. Su aptitud para ser tremendamente mundano y a la vez espectacularmente dramático es motivo de placer visual. Ha pasado de ser un indicador de fuerzas naturales a un entretenimiento: no está para vivirlo, sino para mirarlo y consumirlo”, precisó.

Más allá de todo el espectáculo, el tiempo sigue cumpliendo una función insustituible en la interacción cotidiana: es un tema impersonal, neutral y disponible a cualquiera, resulta muy apropiado para establecer vínculos e impedir silencios incómodos con personas distantes o desconocidas. 

Fuente: http://noticiasdelaciencia.com/not/17846/locos-por-el-tiempo/

Acerca de Juan Carlos Machorro

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