Opinión

Un maravilloso y singular libro

Por:Aarón Cortés Hernández*

Ocupó  siempre el mismo sitio, la caja de madera que nos servía de mesita de centro en nuestra sencilla salita. Resaltaba junto a otro instrumento de la época, una lamparita de lectura que le llamábamos “quinqué”, allí reposaba cuando no se le leía, jamás recuerdo sobre esa improvisada mesita otra cosa que no fuera ese maravilloso libro de piel negra y de cantos dorados.

Cuando niños, mi hermano y yo lo contemplábamos con mucho respeto y casi con temor, ese libro estaba asociado a uno de los momentos más solemnes de la familia, el momento devocional vespertino y algunas veces nocturno.
Nuestro hogar era muy humilde en un pueblito del Estado de Veracruz llamado Coatepec. Nuestro padre era el Pastor de una pequeña iglesia de la localidad, sus ingresos eran escasos, aunque se ayudaba mucho vendiendo el café de aquella región. La necesidad siempre fue evidente en nuestras vidas y la sombra amenazadora de la miseria nunca se alejó de nosotros, pero ese libro fue sin rival en mi infancia.

En una casa tan sencilla como la nuestra, sin embargo siempre había algo qué hacer, pero siempre pude por las mañanas ver a mi padre con ese libro abierto sobre sus piernas y recorrer sus páginas con mucha devoción. Aun siendo un niño de escasos cinco años, comprendía que mi padre renovaba en la lectura de ese libro sus fuerzas y que sin él realmente la vida sería algo diferente.

Y un día me decidí a leerlo. Fue un gran día, percibí en la lectura del texto ideas que eran muy profundas, no comprendí exactamente lo que leí, pero una influencia de eternidad, misterio y gloria me invadió y me acompañó para siempre.

Después de esto encontré  la historia del niño Samuel, la vida del pastorcito David, la historia de Daniel en el foso de los leones y siempre que la leí y la leo, una enseñanza moral se arraiga en mi alma.

Pasó el tiempo y nos cambíamos de lugar para ir a vivir al norte de nuestra nación, a Tamaulipas fuimos y ese libro maravilloso nos acompañó. Ocupó otro lugar, ahora una mesa de verdad, pero su bendita influencia se intensificó en esos años también deliciosos. Una navidad leímos en él el maravilloso relato del Niñito del pesebre y desde entonces lo confirmé, ese libro era maravilloso y singular.

Hace algunos años, cuando mi padre partió con el Señor, volví a tener ese libro en mis manos y pude ver en sus hojas muchas marcas que están relacionadas a fechas memorables y no pude menos que recordarlas, como si el libro quisiera que así fuese. El libro está en manos ahora de mis hermanos y yo espero que sus sagradas páginas sigan siendo fuente de vida y salud para todos los que lo puedan leer. Como en el año de 1966 salí de casa no quise perder la relación con él y en mi ligero equipaje puse un ejemplar de bolsillo. Les comparto a todos ustedes, ha sido mi mejor amigo y una verdadera lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino. ¡Ah! Por cierto te recomiendo este libro, se llama la Biblia y es la Palabra de Dios.

*Pastor General de la Iglesia Interdenominacional,  A.R. ser@iciar.org

Acerca de admin

El autor no ha proporcionado ninguna información.

Comentarios Cerrados

Los comentarios están cerrados. No podrás dejar un comentario en esta entrada.