Opinión

Ocupación que trasciende

“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no solamente en mi presencia,
sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor;
porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer; por su buena voluntad”
(Fil.2:12-13).

A veinticinco días de iniciado este año de gracia 2014, es necesario reflexionar acerca de los beneficios que recibiremos de aquello en lo que nos ocupemos como cristianos. Cualquier ocupación reporta beneficios de orden personal, familiar o general; o bien de índole espiritual, emocional, material, social, laboral, económica, etc. Sin embargo, la ocupación referida por el apóstol Pablo es diferente a la que estamos acostumbrados, pues conlleva beneficios que trascienden la esfera de lo material, temporal y terrenal. ¿Qué ocupación es ésta? La ocupación en nuestra salvación.

La frase que utiliza este insigne apóstol: “ocupaos en vuestra salvación”, nos desconcierta un poco. Estamos acostumbrados a pensar en la salvación como un suceso de un solo momento, y no como un proceso que implica crecimiento.

Filipenses 2:12 no es el único texto en el Nuevo Testamento que presenta la salvación como un proceso. El apóstol Pedro declara: “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1P.2:2). El mismo Pablo, en Romanos, explica que, “si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Ro.5:10). En 1Co.15:2 afirma que la salvación solamente será posible si “retenéis la palabra que os he predicado”.

La noción de un sólo acto que define para siempre nuestra salvación apela a nuestra mentalidad moderna. Para los que creen de esta manera, la salvación es similar a cualquier otro trámite que realizamos como la compra de una casa, la tramitación de una línea telefónica o la inscripción de un hijo en el registro civil; no tenemos más que presentarnos y llevar a cabo la gestión. Una vez que la hemos realizado no será necesario volver una y otra vez sobre esto, pues el trámite ha sido concluido.

El asunto aquí es diferente pues la salvación no es una diligencia más en la vida. Cuando hablamos de la salvación estamos haciendo referencia a una realidad que pertenece a otro reino, que posee dimensiones esencialmente distintas a las de este mundo. Creer que una persona es salva simplemente porque “aceptó” a Cristo en un determinado momento de su vida, aunque ha vivido siempre como quiso, solamente revela la profundidad de nuestra “inocencia espiritual” como seres humanos.

Pablo exhorta a que nos ocupemos en nuestra salvación con temor y temblor. La razón que da es que Dios produce en nosotros así el querer como el hacer por su buena voluntad. Es decir, el apóstol intenta señalar que la transformación de nuestro ser no es por obra nuestra, sino el producto de una intervención divina en nuestras vidas. Como tal, puede asemejarse a la recepción de un regalo. El que nos ha entregado un regalo pretende de nosotros que lo utilicemos, que hagamos algo con aquello que nos ha sido entregado. La salvación no es un evento de un solo momento, “el salvo siempre salvo”, sino, más bien, es el llamado a un estilo de vida nueva, por lo cual se espera de nosotros que nos alineemos con ese cambio de estilo y vivamos conforme a los principios de Dios.

Cuando nos ocupamos en nuestra salvación con temor y temblor, es porque los principios de Dios determinan nuestros pensamientos, rigen nuestros sentimientos y gobiernan nuestras acciones. De esa manera, el querer como el hacer de la buena voluntad de Dios ha encarnado en nosotros.

Queridos hermanos y amigos: la ocupación que trasciende bajo una perspectiva divina es aquella que conlleva beneficios espirituales, celestiales y eternos. Por tanto, ocupémonos de nuestra salvación con temor y temblor.

* Pastor en la Iglesia Cristiana Interdenominacional, A.R. ser@iciar.org

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