Opinión

Lucha electoral

Con la aprobación de los presupuestos para el año próximo se da paso a la batalla interna que en los partidos políticos se ha gestado a lo largo de los últimos meses, siempre con miras a las candidaturas presidenciales para el 2012. Por supuesto, es en el seno del PAN, como partido en el poder, en donde las cosas adquieren un nivel especial. Más si se toma en cuenta que en la lucha que se libra hacia el interior del partido blanquiazul una de las figuras fundamentales es el propio Presidente Felipe Calderón. No se requiere de mucho para ver la seriedad de la batalla panista. Vicente Fox critica al gobierno y a sus proyectos económicos. Manuel Espino reaparece con un libro en el que clama por el regreso a las raíces panistas, con lo que deja ver que Calderón ha llevado al PAN al fracaso. Francisco Ramírez Acuña y César Nava, ambos diputados, fueron escollos insalvables para la coordinadora de la bancada de Acción Nacional en San Lázaro. Y todos, siempre fuera del control presidencial. Pero si las cosas no fueran ya tan delicadas, aparece el flamante alcalde de San Pedro Garza García y crea un nuevo frente de batalla, ya no sólo gracias a sus torpes declaraciones, sino ahora con el problema que le significó ser rechazado en la frontera con Estados Unidos y avisado de que no podrá ingresar a ese país en los próximos doce meses. Explicaciones van y vienen, pero la realidad es que el PAN de Calderón sufre y mucho, para poder mantener la imagen de unidad… Se puede alegar mucho en torno a este problema, pero cuando llegan los anuncios desde el exterior con la información de que México se encuentra es un sitio más que destacado en el terreno de la corrupción y que en un año, de 2008, al actual, perdimos un total de 17 escalones en esta escala, lo que aparece se reconozca o no, es la falta de conducción y liderazgo en el país. Así, en nueve años de gobiernos panistas el logro más importante para los mexicanos es el aumento, claro y pronunciado, de la corrupción. Este es uno de los puntos en los que los panistas, los auténticos, fincan su malestar con el gobierno. El PAN fue siempre el mensajero de la honestidad. Sus críticas a los gobiernos priístas se centraban casi siempre, en la corrupción oficial. Ahora, esa tradición y esa postura quedan totalmente borradas y se convierten en una losa difícil de controlar ya que no se requiere de mucho para entender que, se quiera o no, los panistas superaron a los priístas en el renglón de la falta de transparencia. Y este es el eje de buena parte de la batalla que hacia el interior del panismo se libra con una fuerza que podría salir a la luz pública ahora que se inicien los tiempos electorales para la búsqueda de candidaturas y gubernaturas en disputa en el 2010… Pero los apuros no son sólo para los panistas. Marcelo Ebrard busca con todo el poder a su alcance, la consolidación de su imagen con la idea de ser el candidato presidencial de la izquierda para el 2012. Pero ocupado con esos menesteres, se olvidó del problema de la inseguridad, el cual quiere resolver con desplantes y discursos. Pero el anuncio de que la delincuencia se ha disparado en la capital golpeó en la línea de flotación al barco en el que el gobierno capitalino quiere evitar la crisis. Ebrard supone que con ocultar las cifras de delitos en el Distrito Federal el problema está resuelto. Pero las cosas podrían no ser tan fáciles. Y por si todo lo anterior fuera poco, la muerte de Sergio Humberto Ortiz Juárez, conocido como el «Apá», se convierte en todo un problema. Las autoridades capitalinas se han dedicado, como las federales, a fabricar pruebas y culpables, para dar la idea de que se avanza en el combate a la inseguridad. Pero este caso en particular dejó al gobierno de Ebrard en una posición más que incómoda. Y el enfrentamiento con las autoridades federales podría cobrar nueva fuerza y ser para el gobierno capitalino todo un dolor de cabeza… De pronto, Andrés López se dio cuenta de que el PRD en realidad no significa nada en el escenario político nacional. El partido que le sirvió de plataforma para sus mejores momentos políticos, se encuentra a la deriva. No sólo pierde elecciones en sitios estratégicos, sino que además carece de fuerza para ser tomado en cuenta a la hora de los acuerdos o al momento de la lucha por propuestas y proyectos. Y con base en esta situación, se ha iniciado una sorda batalla para consolidar la idea de que a lo largo del año próximo deba realizarse un cambio de dirigencia nacional. Esto es, que es necesario eliminar a Jesús Ortega de la conducción perredista. Ortega no ha podido entregar buenas cuentas a su partido. Carece en realidad de un liderazgo auténtico y depende de la «buena voluntad» del gobierno para ayudarle a sobrevivir, siempre a cambio de favores evidentes. Pero en estos momentos, eso podría ya no ser suficiente.

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