Opinión

Legislativa ambiental

Afecto como soy a la pintura figurativa, me siento conmovido por la obra que la semana anterior se expuso en el vestíbulo del salón de plenos de la Cámara de Diputados.

En el marco de los trabajos de promoción del arte que realiza la muy activa Comisión de Cultura, presidida por Kenia López Rabadán, conexos a lo esencial que es lo relativo a la revisión y construcción de leyes, participación en la aprobación del presupuesto de egresos de la federación y el ejercicio de acciones de control que corresponden a los diputados, se presentó la exposición Tres generaciones de pintura clásica mexicana.

La muestra está integrada por obras de María Elena Diez de Sollano Ortega, Dolores Ortega de Diez de Sollano y Francisco Salazar Diez de Sollano. Bodegones, paisajes, flores, muchas flores de color multicolor; retratos, un autorretrato, calles y callejuelas, imágenes religiosas, regalan al espíritu momentos de muy grata contemplación.

La exposición fue inaugurada por el diputado presidente de la Mesa Directiva, Jorge Carlos Ramírez Marín. Le acompañaron, entre otros legisladores, los vicepresidentes de la Mesa Directiva, Francisco Salazar y Jesús Zambrano; la Diputada Paz Gutiérrez Cortina, integrante de la Comisión de Cultura y secretaria de la Comisión de Educación Pública y Servicios Educativos; la diputada Marcela Guerra Castillo, secretaria de la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación; Jorge Humberto López-Portillo Basave, secretario de la Comisión de Desarrollo Metropolitano.

Se dice de la obra exhibida: “El génesis de esta obra plástica es un encuentro del espíritu contemplativo con la naturaleza y se encarna en ella transfigurándola.

“No se trata de una copia ‘realista’ o ‘fotográfica’ sino una de dinámica expresión de energía que engendra toda forma en movimiento, no estática, sino extática”. Ante la obra, ante los artistas que la realizaron, dijo el diputado Ramírez Marín: “somos testigos del enorme cariño por la belleza, por plasmar del mundo lo bella, lo que conforta, lo que eleva el alma”.

Sí. Es el éxtasis del artista que comparte con el otro, los otros, una visión de la realidad que pudiera ser cotidiana pero que cambia a ser superior objeto de contemplación a través del pincel que la recrea.

¿Flores? ¿Retratos? ¿Callejuelas? ¿Frutas? ¿Paisajes? Los vemos todos los días. Pero en esa visión cotidiana los perdemos hasta que no nos significan nada. La mano de María Elena, la de Dolores y la de Francisco, nos permite ver aquello que a fuerza de repetirse deja de ser percibido.

En el camino nos encontramos con las flores un día sí y otro también. Desde las más silvestres hasta las cultivadas por el más cuidadoso floricultor. Pero hemos dejada de tenerlas en cuenta. Han dejado de ser parte de un entorno cuya existencia es más amable por el obsequio de color, de aromas, de texturas, de formas que el Señor nos hace.

¿Me gustan las flores? Sí, soy un fanático de ellas. Por eso mi gusto por el poema “Discurso por las flores” del tabasqueño Carlos Pellicer. Por eso cuando camino por cualquier calle acompañado de Paola, mi pequeña nieta, nos detenemos a contemplarlas. A saludarlas. A platicar con ellas. Esta acción se ha hecho una hermosa costumbre en Paola. Su abuela, mi esposa, me reclama que por ello tardan más en el recorrido de ida y vuelta a la tienda de la esquina.

Porque me gustan las flores, las amo, es que entiendo y siento lo que estos artistas me entregan.

Acerca de Ulises Villalba

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