Opinión

Legislativa ambiental

Armando Jesús Báez Pinal, diputado federal por el Distrito Federal, es secretario de la junta directiva de la Comisión de Cultura, que bien preside Kenia López Rabadán, la cual nos tiene acostumbrados a una intensa actividad en la atención de los asuntos a su cargo. Se aplica cabalmente a sus tareas legislativas y a labores de promoción cultural en el recinto de San Lázaro.

El diputado Báez es Secretario General del Sindicato Único de Trabajadores de la Música del DF, y Secretario de Finanzas del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Música de la República Mexicana, organizaciones emblemáticas del movimiento de los trabajadores de México dirigido en algún momento entre otros, por personalidades distinguidas como Venustiano Reyes, de quien tuve el privilegio de su amistad, por su condición de veracruzano, y Filemón “Monchi” Arcos, igualmente mi paisano, de trato también amable.

Coincidencias, Venustiano, director de su propia orquesta: Venus Rey; Filemón uno de los fundadores de Los Joao, reconocidos intérpretes de bossa nova. El primero seguidor y creador en la corriente de la música de las grandes bandas. Contemporáneo, o cercano, de Juan García Esquivel, de la Orquesta Universitaria de Pepe Luis, de Pablo Beltrán Ruiz, de la Orquesta de Ingeniería, de Juan García Medeles. Un poco más acá, de Leo Acosta, Chuck Anderson, Gustavo Pimentel, Los Continentales, de los hermanos Peláez. No pasamos por alto grandes organizaciones como las de música popular del Estado de México, las muy variadas expresiones de la Universidad Veracruzana: de conjuntos folclóricos a la orquesta sinfónica, los grupos de son, de jazz, ensambles de diversos instrumentos y más.

Decía “coincidencias” porque Jesús Báez tiene uno de sus orígenes profesionales en Veracruz. Hoy es parte de la organización musical de Pepe González. Lo conocí por medio de mi amigo “Monchi” cuando éste era diputado y presidía la Comisión de Cultura en la LIX Legislatura. Hablábamos de sus programas de televisión, Canal 4, donde presentan a sus agrupaciones, intérpretes de los más variados géneros, lo cual es una de las formas de apoyo a su trabajo.

Dice el diputado Báez: “La música permite comunicarnos sin necesidad de hablar la misma lengua, sin tener los mismos orígenes. Esa emoción nos acompaña como el amor mismo: en la alegría y en la tristeza…” Claro, es emoción y sentimiento. Hace unos días transitaba por la estación Pino Suárez del Metro, sistema que ha abierto espacios a diversas manifestaciones artísticas. Por el lugar donde se encuentra un monumento prehispánico escuché Mascarade, melodía de George Benson, compositor norteamericano, en una espléndida interpretación de un conjunto de músicos ambulantes, invidentes, quienes suelen obsequiarnos con sus actuaciones por calles del centro de nuestra ciudad. Una buena cantidad de usuarios del Metro se detuvo a escucharlos. Acaso como yo, se dejaban llevar por la nostalgia, por el recuerdo de días de amor o de tristeza.

El tema de la música da para más, de nuestra música en particular que, como bien dice Armando Jesús Báez, defensor cabal de los intereses de su gremio hoy en la más alta representación popular de México, es “nuestra forma de ver el mundo, y de nuestra identidad”. Seguiremos en ello, pero no podemos pasar por alto que esta ha sido una semana de tristeza en el mundo de esta expresión del arte. Por la partida de Eugenio Toussaint, jazzista; de Salvador «El Negro» Ojeda, fundador del grupo «Los folkloristas»; el profesor Enrique Jaso Mendoza, maestro de ópera; mi amigo Jacobo Moret, comunicador experto en bel canto, con quien tuve el privilegio de compartir micrófonos al lado de nuestro muy estimado Jorge Adalberto Luna Milán. Los cuatro siguen en el despliegue de su muy elevada calidad, ahora sí universal, en nuevos, o ocaso antiguos escenarios.

Acerca de Ulises Villalba

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