Opinión

Legislativa ambiental

Partió Don Samuel Ruiz (así, Don con mayúscula), el Señor le tiene encomendada una nueva misión pastoral. Aquí o en cualquier parte. En otro tiempo, ayer, acaso en una reedición del presente, tal vez mañana. En un tiempo y en un lugar en el que seguramente, según van las cosas, habrá más empobrecidos que no pobres, el empobrecimiento implica la existencia de un agente empobrecedor: la ambición de quienes tienen mucho y quieren más, hombres o naciones; la corrupción de gobiernos, aunque hay gobernantes de calidad diferente, en ocasiones superior; la desigualdad interminable provocada por aquéllos y los de más allá; las organizaciones criminales consecuencia de una mezcla perversa de conspicuos personajes y personeros surgidos de los mencionados en primer término.

La Comisión Permanente del Congreso de la Unión bajo la presidencia del diputado Jorge Carlos Ramírez Marín, hizo manifiesto su homenaje a Don Samuel en su sesión del día 26 pasado.

Don Samuel Ruiz, un seguidor de la Teología de la Liberación, en la expresión y en los hechos, se comprometió en el trabajo a favor de la justicia social. Sus métodos no eran los de la lucha armada. Como los que en su oportunidad siguieron los sacerdotes colombianos Camilo Torres y Gregorio Manuel Pérez Martínez, “Poliarco”, o Ernesto Cardenal en Nicaragua, víctima éste de severa admonición por parte de Juan Pablo II. No, Don Samuel Ruiz no propuso la violencia revolucionaria como método, más bien seguía una ruta señalada décadas atrás por monseñor Elder Cámara, obispo de Recife, Brasil.

El EZLN, al hacer un cumplido reconocimiento a la labor pastoral y cívica de Don Samuel, refirió “diferencias irreconciliables” con sus propuestas. Las había, las formas de actuación eran diferentes.

El obispo de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, se transformó en el ejercicio de su misión pastoral en tierras donde la injusticia estaba y está a la vista de quienes no padecen ceguera funcional, que es la incapacidad para comprender los hechos presentes y aún subyacentes en la realidad social. Y me refiero a los espacios físicos y sociales donde la explotación del hombre por el hombre alcanza una de sus más altas expresiones. Donde el colonialismo interno, el cual señalaba puntualmente el doctor Pablo González Casanova, amigo y compañero de lucha de Don Samuel, es una de las causas del empobrecimiento.

¿Coincidencias ideológicas entre el obispo y el EZLN? Tal vez. ¿Compromiso de luchar por causas comunes explícito, aunque por procedimientos diferentes entre éstos y aquél? Se evidencia en los hechos. ¿Molestia, irritación, ira, odio asesino, en los grupos dominantes en contra del prelado y el movimiento social representado por el subcomandante? Sin duda. ¿Cambio de rumbo en el trato a los empobrecidos por parte de gobernantes y grupos dominantes, para acabar con la desigualdad origen de la rebeldía? Ni por asomo.

En México la justicia social sigue siendo propósito inalcanzado e inalcanzable. Más desde el momento cuando se asumió la ruta del neoliberalismo en el ejercicio de gobiernos de 1982 a la fecha. Representantes de esa corriente, formados en instituciones académicas pertenecientes a los grupos entronizados en los poderes político y económico, tienen a su cargo la construcción de los planes y programas de gobierno, el diseño y la ejecución de las políticas públicas. Con ellos la dirección, las directrices, son claras: mejorar la eficiencia gubernamental para que garantice la bonanza de los negocios privados, promover una apertura sin límites al capital venga de donde venga, sin importar las consecuencias sociales.

México, a la vista de los acontecimientos, seguirá siendo un país de mayorías empobrecidas. Seguirá siendo una nación en la cual muchos Samuel Ruiz deberán continuar en la tarea pastoral por cuya ruta anduvo, con fidelidad cristiana, el obispo de San Cristóbal de las Casas.

Acerca de Ulises Villalba

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