Opinión

Legislativa ambiental

El triunfo republicano en las elecciones pasadas en Estados Unidos, a unos días de celebrarse la Conferencia sobre Cambio Climático en Cancún, imprime dudas con respecto a las posibilidades de alcanzar acuerdos que involucren a todos, en las medidas a adoptar para mitigar el calentamiento global. En sus causas, su desarrollo, sus consecuencias.

A todos, sí. A todos sí, pero debiera obligar a unos (los muy pocos), más que a otros.

Debieran estar más comprometidos los países responsables, en mayor medida, del deterioro ambiental; del uso abusivo de combustibles fósiles; de la apropiación de bienes que no les son propios; del dominio político en aras de sus intereses. Sin embargo, la decisión a la que debiera conducir una razón universal, la viabilidad universal, hoy parece más distante.

Viene a mi memoria el recuerdo de John Foster Dulles, secretario de Estado con Dwight D. Eisenhower, presidente republicano: “Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”. ¿Cómo suponer que ahora las cosas son diferentes? Al contrario, diría. Esos intereses son cada vez más demandantes. Intereses que son su razón de ser cuentan con los recursos de la ciencia y de la técnica; de los económicos, financieros, militares, que les permiten tomar lo que les venga en gana. La forma es lo de menos.

Antonio Garza, ex embajador de nuestros vecinos del norte, en México, advierte: “el triunfo republicano significa un estancamiento político y dos años de inactividad gubernamental sobre temas importantes como la inmigración, los impuestos o el Cambio Climático”.

Los conservadores republicanos, lograron un alineamiento en contra de Barack Obama, consiguieron la mayoría en la Cámara de Representantes, equivalente a nuestra Cámara de Diputados, y disminuyeron la fuerza de los demócratas en la de Senadores, si bien éstos conservan en ella una precaria mayoría. Con ese poder obstaculizarán propósitos anunciados por el presidente demócrata para avanzar a acuerdos en materia ambiental.

El electorado norteamericano, mayoritariamente, apostó a una recuperación de su economía, en riesgo aún al decir de analistas expertos, a costa de lo que sea. Compromisos que comprometan el crecimiento de una industria devoradora de energía en mayor cuantía procedente del consumo de combustibles fósiles, no le serán aceptados al huésped de la Casa Blanca.

Si en Kioto, en Copenhague, no se llegó a consensos para avanzar a una transformación radical hacia formas de producción que conducirían a un cambio de estilos de vida, menos se conseguirán ahora que el partido del elefante se entroniza como controlador de las decisiones presidenciales que, de alguna manera, eran proclives a asumir responsabilidades en materia ambiental.

La forma de vida de la mayoría de los norteamericanos está soportada en la producción masiva y continua de bienes y servicios que les provea de satisfactores para niveles de bienestar que, esperan, sean ascendentes, sin límites. Quien tiene quiere más, anhela más. Hoy, mañana y después. ¿Cómo lograr semejantes patrones de existencia si no es mediante una industria abastecida en forma insaciable con recursos no renovables?

Así, no hay manera de detener el consumo de energía procedente de petróleo, gas, carbón, que no solamente se agotan, sino que son causantes principales de la emisión de gases de efecto invernadero. Con capacidad cada vez mayor de cambiar el clima de nuestro Planeta.

Bajo estos signos ominosos es que nos encaminamos a la Cumbre del Cambio Climático en Cancún.

Acerca de Ulises Villalba

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