Opinión

IFE, garante

El Consejo General del Instituto Federal Electoral, IFE, emitió un acuerdo por el que da a conocer el procedimiento para el desarrollo del Programa de Resultados Electorales Preliminares, PREP, para los días 1 y 2 de julio de 2012.

En el acuerdo publicado en el Diario Oficial de la Federación, se instruye a los Consejos Locales y Distritales, apoyados por el Comité Técnico Asesor, para que supervise el desarrollo de las actividades de la operación del programa.

Los presidentes de los Consejos Distritales elaborarán un informe sobre incidentes que ocurran durante los trabajos del personal del Centro de Acopio y Transmisión de Datos. Se remitirá al secretario Ejecutivo para que presente el informe a este órgano.

El domingo 1 de julio, a partir de las 20:00 horas, tiempo del centro, comenzará la difusión del PREP en presencia de los integrantes del Consejo General.

El Instituto, órgano ciudadano a cargo de las elecciones federales, es garante de su realización y resultados. Está blindado contra fraudes. Oportunamente lo han señalado expertos como José Woldenberg, su primer consejero presidente cuya actuación fue indiscutible. Lo mismo ha señalado el Tribunal Federal Electoral. Cualquier advertencia interesada de que se instrumenta una actuación sesgada a favor de cualquiera de los candidatos a la presidencia de la República es un fraude en sí misma. Una acción irresponsable que pretende sembrar dudas las cuales pudieran ser causa de conductas indeseables. Ocurrió hace seis años como bien lo recordó en entrevista con Mario Ramón Beteta, Luis Carlos Ugalde, el jueves pasado.

Jóvenes que acudirán a las urnas por primera vez, cuantos cumplieron 18 años del 2006 a la fecha, debieran tener confianza en una de las instituciones que han dado un vuelco definitivo a nuestros procesos electorales; en la norma constitucional y una de sus consecuencias, el órgano ciudadano resultante.

El México del siglo XXI no es igual a la España que llegó al Pacto de la Moncloa después de Francisco Franco. Ni a la Argentina de Videla; al Chile de Augusto Pinochet; al Paraguay de Stroessner; al Uruguay de Pacheco Areco; al Brasil de Castelo Branco. Todos de los años 60 y anteriores. No por casualidad Mario Vargas Llosa dijo que el nuestro era el país de la “dictadura perfecta”.

El cambio en México se debió a la sensibilidad de fuerzas políticas que dieron muestra de una madurez y apertura culminantes con la elección del 2000, cuando “fueron expulsadas de Los Pinos” por Vicente Fox, quien hoy convoca al voto, por útil, a favor de quien, según encuestas, es inalcanzable en el proceso que llega a su fin.

El cambio político asomaba en los años previos. Con el triunfo del panista Ernesto Ruffo Appel, en Baja California. Con la llamada concertacesion de Guanajuato que llevó al gobierno estatal a Carlos Medina Plascencia. A ello podrían agregarse otros acontecimientos políticos como los gobiernos emergentes de oposición al partido, casi hegemónico, en el Distrito Federal, Michoacán, Baja California Sur, Tlaxcala, Chihuahua, San Luis Potosí, Morelos, Querétaro, Nayarit. Los de coalición, más recientes: Chiapas, Puebla, Sinaloa, Oaxaca.

Vamos a una nueva jornada electoral federal, y locales en algunos casos. Acudiremos a las urnas electorales para depositar nuestro voto. A favor de candidatos de uno y otro partido, en coalición en algunos casos. Tendremos a la vista las boletas correspondientes a presidente, legisladores, jefe de gobierno, gobernadores, ediles y cruzaremos el color de nuestra preferencia, a favor del candidato que motive la confianza de que sabrá cumplir con el mandato ciudadano.

Si el sufragio es por Enrique Peña Nieto, márquese el símbolo de uno de los partidos de la coalición, PRI o PVEM; si de AMLO se trata, entonces crúcese uno de los tres de su coalición, MC, PT, PRD. En el caso de Josefina o de Gabriel, no hay más que una opción: PAN o PANAL

Ejerzamos del poder de nuestro voto este 1 de julio.

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