Opinión

En memoria de mi padre

“Oye a tu padre, aquel que te engendró;
Y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies” (Pr.23:22).

Independientemente de las razones que conlleve la celebración del “Día del Padre”, este día es ocasión propicia para reflexionar acerca de lo que debe ser el verdadero sentido de esta festividad.

En esta reflexión me es inevitable recordar aquel sábado 7 de julio de 2007 cuando recibí la noticia de la hospitalización de mi padre. Ese día fue el principio del fin. Treinta y seis días después, el 11 de agosto, partió de esta tierra a la edad de noventa y cuatro años.

Hombre de campo, de carácter fuerte y de decisiones firmes. Organizado y disciplinado en todo lo que hacía. Exigente consigo mismo, con sus hijos y con todos los demás. Hasta la edad de setenta años solía salir de madrugada al campo y regresar terminado el día con la satisfacción que conlleva el deber cumplido.

Como esposo fue en demasía protector y defensor de mi madre. Se entregó a ella y la amó durante setenta años de matrimonio. Nunca escatimó esfuerzo para proveer siempre hasta el límite de sus capacidades.

Como padre, fue ejemplo de inspiración a seguir. Consejos acertados y enseñanzas prácticas fue el sello distintivo de su vida y mostrarnos a Jesucristo como el único camino de la salvación para la vida eterna fue su mejor herencia. Hasta los últimos días de su vida disfrutó la oración y la alabanza a Dios. ¡Gracias, Señor, por la vida de mi padre!

Teniendo ante sí la celebración del “Día del Padre”, cabe preguntarse ¿cuál debe ser el verdadero sentido de esta festividad? El sentido que Dios revela en su Palabra:

“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Ex.20:12).

Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre; porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello” (Pr.1:8-9).

Oye a tu padre, aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies” (Pr.23:22).

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten” (Col.3:20-21).

Qué significa esto?

El deseo de Dios que los hijos honren a sus padres, es decir, que los amen, respeten, obedezcan, provean y ayuden todos los días de su vida, y no sólo un día en especial.

Esto parece natural y de sentido común. Sin embargo, has pensado ¿por qué Dios lo estableció como mandamiento? E incluso, ¿por qué prometió bendición a quienes lo hagan? (Ex.20:12). Cuando observamos que la deshonra a los padres es lo común hoy día, entendemos el por qué de este mandamiento con promesa.

Cuando el apóstol Pablo escribe su segunda carta a Timoteo, le dice: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural…” (2Ti.3:1-5).

Esta descripción paulina explica el por qué miles y millones de padres en todo el mundo son abandonados y desamparados por sus hijos. No reciben provisión, abrigo ni sustento. ¿Qué significa para ellos esta festividad? ¡Una ofensa lacerante para su corazón!

En el contexto de esta reflexión no podemos dejar de recordar lo dicho por el Señor Jesucristo en el sermón del monte, cuando ordenó: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt.5:48).

En su perfección divina como Padre, Dios es amoroso, generoso, bueno, misericordioso, perdonador, proveedor, compasivo, consolador, ayudador, consejero, guía, salvador, etc.

Si el Señor Jesucristo ordena: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”; significa que así debemos ser con nuestros padres. Debemos ser siempre amorosos, respetuosos, compasivos, ayudadores, generosos y proveedores en un equilibrio perfecto entre su necesidad y nuestra posibilidad. Cuando esto hagamos en amor y todos los días, estaremos honrando a nuestros padres y cumpliremos el verdadero sentido de esta festividad.

Querido amigo lector, si tus padres viven todavía, ámalos, cuídalos, ayúdalos, provéeles, escúchalos, atiéndelos, hónralos, ora por ellos y cumple el quinto mandamiento dado por Dios. “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Ex.20:12).

Este 16 de junio y siempre hazle sentir a tus padres tu amor y gratitud. No los menosprecies. ¡Hónralos!

¡Dios bendiga a todos los varones que tienen la bendición de ser padres!

*Pastor en la Iglesia Cristiana Interdenominacional, A.R. ser@iciar.org

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