Opinión

En memoria de mi madre

“Oye a tu padre, aquel que te engendró;
Y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies” (Pr.23:22).

La Biblia está llena de mensajes para normar las relaciones intrafamiliares. Con motivo de este próximo 10 de mayo, llevo a tu corazón estos consejos bíblicos para que los medites y guardes día a día en tu vida.

“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Ex.20:12).

“Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre; porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello” (Pr.1:8-9).

“Oye a tu padre, aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies” (Pr.23:22).

“Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten” (Col.3:20-21).

Al meditar en estos consejos bíblicos con miras al “Día de las Madres”, recuerdo que el sábado 11 de mayo mi madre cumpliría noventa y siete años de edad. Sin embargo, el 13 de este mismo mes de hace cinco años Dios determinó llevarla a sus moradas celestes. Noventa y dos años de vida. ¡Qué bendición!

Mujer sencilla y de corazón noble. Trabajadora incansable. Tuvo la bendición de llegar a los setenta años de matrimonio. Madre de siete hijos. Nueve meses antes de partir cerró los ojos de mi padre quien durmió a los noventa y cuatro años.

El ejemplo fue su mejor consejo. Disciplinada, ordenada, responsable, administradora, firme, temerosa de Dios, en suma: ¡mujer virtuosa!

Aún cuando en los últimos años perdió el sentido auditivo era conmovedor escucharle orar a Dios por sus hijos. Dos días antes de su partida tuve la bendición de estar con ella. Era su cumple años noventa y dos. Le llevé un ramo de flores. Ya no pudo reconocerme. Tan solo me agradeció y me dio un abrazo. Ese abrazo fue nuestra despedida. Dos días después Dios la llamó a su presencia.

La extraño. Recuerdo sus palabras. Escucho sus cantos. Siento sus caricias. Vivo su amor.

Pocos meses antes de cerrar sus ojos Dios le hizo recordar una poesía que aprendió de niña. La declamaba con el alma como anunciando su partida. Y hoy, como una ofrenda de amor y gratitud en su memoria, la comparto con ustedes:

“Baja semillita mía,
desciende a la tumba helada,
que ahí entre la tierra fría,
permaneces sepultada.

Si al sentir que te sepulto,
pudieras hablar acaso, me dirías:
¿por qué me ocultas, sin dejar a la luz paso?

Tras este sueño profundo,
vendrá una vida mejor,
porque mañana, al amanecer el día,
serás planta y serás flor”.

Querido amigo lector, si tus padres viven todavía, ámalos, cuídalos, ayúdalos, provéeles, escúchalos, atiéndelos, hónralos y cumple el quinto mandamiento dado por Dios. “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Ex.20:12).

Este 10 de mayo y siempre hazle sentir a tus padres tu amor y gratitud. No los menosprecies. ¡Hónralos!

¡Dios bendiga a todas las mujeres que tienen la bendición de ser madres!

*Pastor en la Iglesia Cristiana Interdenominacional. ser@iciar.org

1 Comentario

  1. MONY

    Poema tan hermoso!! Mi abuelita lo aprendió de niña, se lo enseñó a mi padre, la declamaban juntos y fue una ofrenda para ella el día de su entierro.