Opinión

El texto de oro

Por: Noé Díaz Alfaro*

“Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna” (San Juan 3:16).

San Juan 3:16 es considerado por la mayoría de los cristianos evangélicos como el texto de oro que resume el plan eterno de Dios para la salvación del género humano. En este versículo Dios revela su amor divino, su don inefable, su gracia salvadora y la esperanza bienaventurada de la vida eterna por medio de la fe en Jesucristo su Hijo amado de los cielos.

A más de esto, todo el evangelio se centra en este versículo. El amor de Dios no es estático ni egoísta, sino que se extiende y atrae a otros a Sí. Dios establece aquí el verdadero modelo del amor. La base de toda relación de amor. Si uno ama a alguien profundamente, está dispuesto a darle amor a cualquier precio. Dios pagó, con la vida de su Hijo, el más alto precio que se puede pagar. El Señor Jesús aceptó nuestro castigo, pagó el precio de nuestros pecados, y luego ofreció su vida derramando su sangre preciosa para que ahora por medio de la fe en Él tengamos vida y vida eterna. Por ello dice el apóstol Pedro: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor a vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios” (1P.1:18-21). Así que, cuando predicamos el evangelio a otros, nuestro amor debe ser como el amor divino, y estar dispuestos a renunciar a nuestra comodidad y seguridad para que otros reciban el amor de Dios como nosotros.

Muchas personas rechazan la idea de vivir para siempre porque viven vidas tristes. Pero la vida eterna no es la extensión de la miserable vida mortal del hombre; vida eterna es la vida de Dios encarnada en Cristo que se da a todos los que creen como garantía de que vivirán para siempre. En esa vida no hay muerte, enfermedad, enemigo, demonios ni pecado. Cuando no conocemos a Cristo, tomamos decisiones pensando que esta vida es todo lo que tenemos. En realidad, esta vida es sólo el comienzo de la eternidad. Empiece por lo tanto, a evaluar todo lo que le sucede desde una perspectiva eterna. El Señor Jesús dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn.17:3).

“Creer” es  más que una reflexión intelectual de que el Señor Jesús es Dios. “Creer” es más que lo que recibí por tradición religiosa de mis padres o de mis abuelos. Creer, en su sentido bíblico más elemental, es reconocer que Jesucristo es el Hijo de Dios y el único medio dado por Dios para el perdón de los pecados, la salvación y la vida eterna. Creer es rendirse y entregarse sólo a Él. Es abrir el corazón para aceptarlo y confesarlo como nuestro único y suficiente Salvador. Creer implica no sólo entrega, sino también obediencia, adoración y servicio. Creer significa poner a Cristo el frente de nuestros planes y nuestro destino eterno. Creer es confiar en su Palabra y depender de Él para cambiar nuestra manera de vivir. Querido lector, si nunca ha creído en Cristo, haga suya esta promesa de vida eterna y crea en Jesucristo como su Salvador personal. De esta manera tú y yo podremos decir como el apóstol Juan: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1Jn.5:20).

*Pastor de la Iglesia Cristiana Interdenominacional.

Libertad 27 esquina Reforma, Colonia Portales, México, D. F 03660 ser@iciar.org

Comentarios Cerrados

Los comentarios están cerrados. No podrás dejar un comentario en esta entrada.