Opinión

El señor Carstens no pitcha, pero cómo fisgonea

Quiso sentir la sensación del gordo Fernando Valenzuela, de impulsarse en el montículo y pasar una recta sobre el “home”, pero la pelota cayó a mitad del trayecto y la rechifla se hizo estruendosa. El obeso secretario de Hacienda, Agustín Carstens, quedó apabullado en el Foro Sol, escenario del Clásico Mundial de Béisbol.

Carstens fue blanco de crónicas malévolas y compartió esa vergüenza el director de la CONADE, Carlos Hermosillo, quien seguramente embarcó al titular de Hacienda -¿alguna exención de impuestos?- para que lanzara la primera bola en ese encuentro, el cual perdió la escuadra mexicana por paliza de 17 a 7 ante Australia.

Si se pensó en un amuleto del volumen de Carstens para los beisbolistas tricolores, el efecto fue contrario.

En ese evento estaba, precisamente, Fernando Valenzuela, quien debió sentirse como varita de nardo al ver a su imitador en el arte de lanzar pelotas. El sonorense recibió una cálida ovación al ser mencionado junto con otro gran pitcher mexicano, Teodoro Higuera.

Sin embargo, al ser anunciado Carstens se desató una constante rechifla, combinada con abucheos. Aquello derivó en carcajadas debido al lanzamiento fallido del funcionario y Carlos Hermosillo también fue objeto de burlas porque la hizo de catcher y la esférica quedó muy distante de él.

Carstens requirió de un sastre capaz de confeccionar ropa de tallas gigantes e hizo una camisola en la que de milagro cupo el funcionario.

Las burlas constituyeron el momento cómico del evento, habiendo quedado constancia de que la gente del pueblo identifica plenamente a los funcionarios. Pero el dirigente nacional del PAN, Germán Martínez, afirmó que le silbaron a Carstens por el fallido lanzamiento y no porque la economía esté por los suelos.

¿Creerá el controvertido liderzuelo que los 25 mil autores de la rechifla son imbéciles? ¿O supondrá que más de 100 millones de mexicanos no sentimos los efectos de la hecatombe financiera?

El secretario de Hacienda ha cobrado fama por sus afirmaciones sobre el blindaje de la economía. Según dijo, México enfrentaría la crisis mejor que otras naciones porque era como curar un “catarrito” o brincar un “charquito”. Ahora habla de un “tsunami” sobre nuestro país y, afirma, será difícil “salir del hoyo”.

Lo anterior comprueba falta de visión absoluta de Carstens, quien por manejar las finanzas del país y ser un principal funcionario del gobierno al menos debiera evitar las habladurías.

No conforme con el espectáculo que ofreció en el béisbol, el secretario de Hacienda enseñó otra de sus cualidades al clavar su mirada en la baja espalda de la primera dama de Francia, Carla Bruni, durante la recepción ofrecida al mandatario galo, Nicolás Sarkozy, en Palacio Nacional.

Es de humanos admirar una belleza como la de la señora Bruni, pero en un acto oficial, de tan elevado nivel los anfitriones están obligados a hacer gala de una regla de oro: La etiqueta diplomática.

Con Vicente Fox y sus botas negras de charol -entre otros desmanes- ya pagamos nuestra cuota de vergüenzas. ¿O nos faltan otras?

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