Opinión

Alegoría a la pobreza

Héctor Villar Barranca
En el Evangelio correspondiente a la Eucaristía de un domingo de diciembre, encontré cabal referencia a lo que habremos de vivir a partir de este año, si bien las acciones del gobierno de Enrique Peña Nieto comenzaron formalmente el día mismo en que asumió la presidencia de la República. Y hoy, con la puesta en marcha de la reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, se va clarificando la ruta. La gente iba a Juan el Bautista para ser bautizado y preguntaban: ¿qué debemos hacer? Respondía: el que tiene dos túnicas dé una al que carece de ella; quien tiene qué comer, haga lo mismo. Unos recaudadores de impuestos quisieron saber, ¿nosotros qué debemos hacer? No cobren más de lo debido. Unos soldados interrogaron ¿Y nosotros? No extorsionen, no hagan denuncias falsas, no calumnien. (Lucas 3 10 14).
Tres temas de este ciclo encuentro vinculados a las palabras del Bautista:
Quien tenga dos túnicas… La pobreza en nuestro país sigue siendo uno de los más grandes obstáculos a la felicidad de las personas. Un valladar formidable al desarrollo económico y social que tiene en la equidad uno de sus componentes esenciales. ¿Será que las palabras del pariente de Jesucristo encuentren en los oídos de los muy ricos de México y del mundo a escuchas atentos? ¿Será que éstos se den cuenta de que no solamente es un asunto de justicia sino de la paz que todos anhelamos? ¿Será que puedan sumarse, como parte del Estado, a los propósitos de gobierno? A los publicanos, hombres de gobierno: no cobren más de lo debido. Pero tampoco menos. Vamos, que cada quien cumpla sus responsabilidades fiscales de acuerdo a sus posibilidades. Cuando se anuncia una reforma hacendaria que implica la cuestión fiscal no podemos menos que esperar que paguen más, sin elusión y mucho menos evasión (conducta delictiva), los que más tienen, y lo que más obtienen y han obtenido de sistemas gubernamentales proclives a dar más a los más acaudalados.
A los soldados, que es decir a los responsables de la seguridad de los hombres y poderes de entonces, como hoy lo son policías, agentes ministeriales, jueces, custodios (¿los militares? No los integrantes de las fuerzas armadas cumplen una función distinta a la de su origen de manera emergente): no extorsionen, no hagan denuncias falsas, no calumnien. Un llamado que cabe a los responsables de nuevas formas de prevenir el delito, de perseguirlo, de castigarlo, de rehabilitar a los reos. Sí, las palabras de Juan el Bautista motivaron las reflexiones del caso. Pero también tengo presente, hoy como antes a Morelos y a Juárez. El principio que Morelos postula en Los Sentimientos de la Nación: “Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia.” Moderen la opulencia y la indigencia.
Y el célebre discurso de Benito Juárez en el cual dijo: “Bajo el sistema federativo los funcionarios públicos no pueden disponer de las rentas sin responsabilidad; no pueden gobernar a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes; no pueden improvisar fortunas ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, resignándose a vivir en la honrosa medianía que proporciona la retribución que la ley haya señalado”. Vivir en la honrosa medianía que proporciona… En el principio de este 2013, año que se anuncia difícil, hago votos porque el espíritu de Juan el Bautista, de Morelos, de Juárez, encuentre eco en los dirigentes de los sectores público y privado de nuestra patria y cumplan cabalmente con sus responsabilidades de llevar a México a mejores formas de vivir.

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