Notas

Investigar saqueo de dólares

 

Apesar de los enormes esfuerzos desarrollados por el gobierno federal, la crisis económica amenaza con rebasar los diques oficiales. Los anuncios que llegan desde el exterior establecen que, a pesar de todo lo que se dice, nuestro país tendrá que pagar la cuota que le corresponde en el daño mundial causado por la crisis estadounidense. Y el problema es que, se quiera aceptar o no, la confianza en el gobierno ha sufrido un serio daño. Pasamos del «no habrá crisis» al «tenemos un problema» con demasiada facilidad. Pasamos del «no se pueden construir refinerías», al «se construirá una refinería» como la solución final del problema. Pasamos del «tenemos como nunca una fortaleza en nuestras finanzas que nada nos pasará», al saqueo del 11% de nuestras reservas con una velocidad impresionante. Y ahora, por si las cosas no estuvieran lo suficiente mal, el gobierno lanza golpes en contra del sector privado en general, a causa del problema de la devaluación que el propio gobierno quiere que se califique como «simple depreciación».

El gobierno tendría que entender que el problema no es qué empresas se llevaron los dólares de la reserva, sino ¿en dónde estaba el gobierno y todas sus instituciones en esos momentos? El problema es que Guillermo Ortiz, desde el Banco de México, y Agustín Carstens desde la Secretaría de Hacienda, sostienen una batalla frontal que poco ayuda a resolver el problema que enfrentamos. Y en nada ayudó a prepararnos para resistir el «catarrito» que se anunció desde finales del año pasado. Ahora, el gobierno abre un nuevo frente de batalla. Y ha lanzado una acusación que no es más que el señalamiento de un «complot» de hombres de dinero y sus empresas, en contra del peso y las reservas. Y esa acusación difícilmente podrá dejarse pasar. El gobierno trabaja, otra vez, más a favor de las divisiones, que de las soluciones. Y las consecuencias serán enormes…

Pero las divisiones en el gobierno no paran en lo económico. En el terreno de la seguridad, la confrontación entre Genaro García Luna, titular de Seguridad Pública, y Eduardo Medina Mora no ha podido ser controlada. Y el país se ahoga en la creciente ola de violencia y la falta de resultados en la lucha contra la delincuencia. No hay investigación real, sino ambiciones políticas. No hay resultados serios y el país de un «vamos goleando a la delincuencia» a un nuevo programa contra la inseguridad que no es otra cosa que la aceptación oficial del fracaso de sus estrategias en este campo en los primeros dos años del régimen… Pero las cosas empeoran cuando se entiende que, por ejemplo, en el terreno laboral, el gobierno desarrolla una política selectiva en la que, sin rubor alguno, desata verdaderas cacerías políticas en contra de líderes no afines, en tanto que a sus aliados les permite toda clase de abusos y arbitrariedades. Esta política selectiva tendrá efectos muy pronto. Y en la batalla sindical, el gobierno podría tener, otra vez, resultados poco alentadores… Y bastaría con observar el asunto de Elba Esther Gordillo y los vehículos de lujo que había regalado a sus incondicionales en el SNTE, para entender como el gobierno es capaz de perseguir enemigos políticos y entregar impunidad total a sus aliados, sin importar en ninguno de los casos, el marco legal. Felipe Calderón ha cedido ante Elba Esther Gordillo, ha entregado posiciones y plazas. Y está a punto de ceder en la demanda de miles de millones de pesos más para el magisterio. Ha ridiculizado a Josefina Vázquez Mota y ha aceptado toda clase de presiones de la señora Gordillo, con la idea de que en las elecciones del año próximo requiere de los «maestros» para poder alcanzar la mayoría legislativa que tanto ambiciona. El problema es que, de inicio, con esta alianza, Calderón acepta la corrupción de la profesora, da por buena la idea de que se deben corromper las elecciones y con esta nueva versión del «fraude patriótico» pone en evidencia su debilidad política y la ausencia de un liderazgo político real. El problema de las divisiones en el sector oficial es muy serio. Lo mismo las finanzas que la seguridad; lo mismo los temas laborales que educativos. El problema no es quienes no están de acuerdo con el gobierno. El problema es que ni siquiera en el gobierno hay un acuerdo real. Y lo que es mucho más serio, se tiene la impresión de que, al final del día, lo que hace falta es quién ponga orden en todo el caos oficial. Y en tanto esto no se resuelva, todo lo demás no dejará de ser sólo el juego de las imágenes y los discursos. Y en ese juego todos, absolutamente todos, perdemos.

 

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